La primera cualidad que debe tener una justicia verdaderamente justa es la proporcionalidad. Elche va a salir a la calle precisamente en defensa de eso. Ningún ciudadano niega que en el club se hicieron mal algunas cosas (aunque ninguna irreparable, ninguna dramática, ninguna sin miles de antecedentes en el mundo del fútbol). Tampoco hay ningún ciudadano que deje de entender que eso merece un castigo. Pero Elche, la ciudad, y con ella el sentido común y la mismísima naturaleza de la justicia, pide que la justicia respete esa proporcionalidad. Y es bastante evidente que una decisión drástica como la que propone la Liga Profesional más allá de suponer un simple descenso de categoría lo que hace es, en las circunstancias actuales,poner en peligro la mismísima continuidad del club. Por eso este castigo, que en la práctica es una especie de sentencia de muerte, rompería cualquier atisbo de proporcionalidad y se convertiría en sí mismo en una gran injusticia muy superior a los errores cometidos.

Vale la pena defender este principio porque ni la trayectoria deportiva, humana y social del Elche merecen en absoluto la pena de muerte. Ni tampoco la ciudad, en su ilusionada biografía de respaldo al club. Porque estamos hablando de la historia de una entidad que se ha hecho grande a sí misma desde una infinita modestia, a partir de raices inequívocamente populares, compitiendo siempre en inferioridad económica respecto a los grandes equipos que se han cruzado en su camino dentro de los estadios, pero sobreviviendo a base de potenciar hasta el límite la cultura del esfuerzo y de no bajar la cabeza ante nadie jamás. Y eso debe estar inexcusablemente presente en los platillos de la balanza de la justicia.

Pero lo más importante de todo es que saldremos a la calle, con el cuerpo o con el alma, una mayoría absoluta de inocentes. Porque el castigo que planea sobre el Elche no lo pagarán los directivos incapaces o irresponsables que han cometido los errores, sino una gente de la calle, una ciudad, un sentimiento de pertenencia moral a la entidad, que son absolutamente inocentes de los posibles malos pasos. Y la justicia no puede ser ciega, no tiene derecho a ser exclusivamente técnica, debe acompañar sus decisiones valorando adecuadamente los matices y contextos que acompañan a las cosas. Para eso existen precisamente los jueces: para discernir, para que no paguen unos -una mayoría manifiestamente inocente por lo que hayan hecho otros, en este caso minoritarios.

España vive horas complejas en las que los ciudadanos piden la instauración de una nueva política que sea esencialmente democrática, constructiva y regeneradora. Pero dentro de ese clamor va implícito también el deseo de una nueva justicia que además de textos tenga corazón y entrañas. Y eso es, en definitiva, lo que solicitamos quienes creemos que por su larga trayectoria deportiva y social la ciudad de Elche merece una segunda oportunidad para continuar teniendo a su equipo en esa Primera División conquistada y conservada en los terrenos de juego.