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Juan R. Gil

Alacant, apart

Según certifica el Gran Hermano de nuestro siglo, el chivato de Google, la última vez que alguien citó en una intervención pública el «Alacant apart» de Josevicente Mateo fue en 2008. Lo hizo, en la introducción a unas jornadas universitarias sobre la vertebración del País Valenciano, el profesor de Derecho Constitucional, compañero crítico de viaje de este periódico desde los tiempos de maricastaña y desde ayer también flamante -i benvolgut- conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz. Y fue para sostener que era momento de constatar que las cosas habían cambiado desde que mediada la década de los sesenta de la pasada centuria se publicase la obra; de que había acabado una Dictadura, habían nacido las autonomías y la sociedad y la economía se habían transformado. Alcaraz se preguntaba si, a la vista de ello, no era hora de dejar de una vez el lamento por el «Alicante perdido» o «la abdicación suicida» de la capitalidad por parte de Valencia. Me temo que, siete años después de aquel parlamento, la respuesta vuelve a ser no. Porque el problema puede que no sea social, ni económico, ni cultural, ni académico/intelectual, que también. Pero sigue siendo político, como se encargó ayer de recordarnos el nuevo president de la Generalitat, Ximo Puig, al presentar su estrenado gobierno.

A los que en 1995 nos tocó escribir la necrológica del último Consell de Joan Lerma, nos resulta dolorosamente extraño tener que volver sobre los mismos errores de los socialistas, veinte años después, al analizar la composición del primer Ejecutivo presidido por Ximo Puig. Pero reza la sentencia que el tigre no deja de ser tigre ni aunque pierda las rayas, y si Puig ha querido meternos de nuevo en la máquina del tiempo -me refiero al tiempo en que contar con un alicantino en un Consell capitaneado por el PSOE era noticia de portada-, él sabrá.

Este artículo no pretende ser un alegato ni más ni menos aldeano, líbrenos el Estatut de estridencias al estilo Punset, aunque siempre he pensado que tan provinciano debe ser buscar alicantinos en la administración autonómica como perseguir el rastro de los valencianos en la del Estado o el de los españoles en el FMI, de infausto recuerdo. Supongo que cada cual reivindica el territorio que cree abarcar y minusvalora el del que considera inferior. No. No se trata de eso, sino de ajustar las cuentas. Y las cuentas dicen que donde el PSPV se impuso claramente a Compromís el 24M fue en Alicante. Que en esta circunscripción electoral los socialistas superaron a los de Mónica Oltra por más de diez puntos, mientras que en Valencia perdieron frente a Compromís y en Castellón, a pesar de ganar, el censo electoral no permite que el resultado sea relevante en el cómputo general. Si Ximo Puig es hoy presidente es porque esa noche logró acabar como el líder de la fuerza de izquierdas más votada. Y si lo fue es por los votos que le dio Alicante. No es una opinión: son matemáticas.

A pesar de ello, y de forma incomprensible, resulta que en el nuevo Consell dos son los consellers provenientes de Alicante y los dos han sido nombrados por Compromís. El PSPV no ha sido capaz de encontrar ni un solo hombre o mujer suficientemente válido aquí como para llevarlo, dentro de su cupo, al Gobierno autonómico. Uno comprende mejor que nadie las dificultades a las que Ximo Puig puede haberse enfrentado a la hora de hallar en la ciudad de Alicante algún conmilitón de quien fiarse. Pero esta provincia es mucho más que su no ejerciente capital, así que recursos humanos, si hubiera querido, estoy convencido de que no le hubieran faltado al jefe del Consell.

Es cierto también que ya no está de moda hablar de «cuotas territoriales» al analizar la composición de un gobierno. Se acabaron hace mucho tiempo aquellos equilibrios en el alambre que ordenaban que cuando el jefe del Consell fuera valenciano el presidente de las Cortes procediera de Alicante y zarandajas por el estilo. Pero suponíamos que eso no significaba tener que conformarnos en Alicante con Pepe Cholbi como principal referente institucional. Creíamos que sin necesidad de paridades nunca más podría volver a pasar que el principal partido de un gobierno en esta comunidad no contara con un solo vecino del sur. Nos equivocamos.

El nuevo Consell, visto en su conjunto, es a priori un buen gobierno. Dispone de gente con experiencia y sentido más que probado -Vicent Soler o el mismo Alcaraz, por ejemplo- y es mucho más maduro que lo que las negociaciones para conformarlo pudieran hacer temer. Pero Puig ha cometido un grave error político. No sólo porque deja a Alicante sin referencia socialista en ese Ejecutivo. Sobre todo, porque allana el camino a Compromís en la provincia donde más débil es. El ensayo publicado en 1966 por Josevicente Mateo continúa dando vueltas cuando está a punto de cumplir medio siglo. Probablemente, como escribió Gonzalo de Luis, fue una obra mal comprendida y con más exégetas que lectores. Pero su título sigue teniendo una fuerza formidable. Fíjense que le ha bastado a Ximo Puig con colocarle una coma -"Alacant, apart"-, para devolverlo al primer plano.

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