La política exige la búsqueda de apoyos y la generación de complicidades que alimenten alianzas con los colectivos y personas sobre los que se quiere intervenir. Con mayor motivo en una ciudad como Alicante, donde las redes y grupos personales son tan importantes, algo que hace tiempo comprendió bien el PP, desarrollando una política clientelar de presencia activa en numerosos sectores clave. Sin embargo, el candidato socialista a la Alcaldía y secretario general del PSOE en Alicante viene llevando a cabo una política atribulada en sentido contrario que le ha llevado a enfrentarse a colectivos y personas claves de la ciudad y de su propio partido. Todas ellas tienen el común denominador de no haber apoyado con docilidad perruna o de haber mostrado alguna crítica a las decisiones de Gabriel Echávarri, quien ha demostrado de esta forma una escasa cintura política y una continua pérdida de musculatura para un proyecto socialista en Alicante que aparece con frecuencia desnortado y debilitado.

No parece que hacer política a base de insultos o manotazos sea la mejor estrategia para avanzar hacia ese cambio de gobierno que el PSOE pretende en la ciudad, pudiendo alcanzar así una necesaria mayoría social y política, pero es el sorprendente camino que Echávarri está protagonizando, junto al grupo de hooligans del que parece haberse rodeado. Y es que, cuantos más años llevan los socialistas fuera del Gobierno municipal, más alejados de la realidad se muestran, indiferentes a perder cada vez más militantes, más concejales y más apoyo social. Si con Etelvina Andreu el PSOE contaba con 1.400 militantes, con Elena Martín bajaron hasta los 1.200, mientras que con Gabriel Echávarri se han desplomado hasta los 869, lo que ha llevado a que la lista a la Alcaldía del actual candidato haya contado con el más bajo número de apoyos en la historia reciente del socialismo alicantino, solo 200 militantes, el 23% de los afiliados. Sin embargo, la «muchachada» de Echávarri lo vendía como un clamoroso triunfo del secretario general.

Pero además de esa pérdida de afiliados -muchos de ellos personas de bien, con muchos años de militancia, que estaban hartos de asistir a la progresiva degradación del PSOE en la ciudad- se viene produciendo una erosión, no menos importante, en las energías y capacidades que este secretario general está llevando a cabo para eliminar cualquier atisbo de crítica hacia su persona. Así, intentó maniobrar hace meses desde el centro de Europa para evitar que el secretario general de Juventudes Socialistas, Toni Mira-Perceval, pudiera ir en la lista electoral por la capital alicantina, siendo rescatado por el PSOE de Mutxamel para integrarse en su candidatura municipal. Una situación bastante irónica, ya que el candidato socialista por Alicante, Echávarri, vive en Mutxamel, mientras que el líder de los jóvenes socialistas que vive en Alicante, se ve forzado a ir por Mutxamel. Es una pérdida para la candidatura socialista de la ciudad, ya que Toni ha acreditado capacidades y un talante dialogante que le convirtieron en la diana de los insultos de los trolls que apoyan al candidato socialista. También se ha dado de baja del PSOE el rival de Echávarri a las primarias socialistas, Fernando Javier Fernández, tras treinta años de militancia, después de tener que soportar todo tipo de zancadillas y ofensas por haber querido competir en un simple proceso interno. Tampoco podemos olvidar la querella criminal que Echávarri mantiene contra la concejala socialista Ana Paula Cid, a la que pide 18.000 euros por unas supuestas injurias, si bien, quienes han recibido insultos y calumnias del propio Echávarri y de su entorno más cercano, tanto por WhatsApp como a través de la red social Twitter, han sido diferentes periodistas de la ciudad. A todo ello hay que sumar la hostilidad que el candidato socialista mantiene hacia numerosos militantes históricos del PSOE alicantino, a quienes ha acusado de todo tipo de maniobras en medios de comunicación; el enfrentamiento con un grupo destacado de concejales del grupo municipal socialista, incluyendo la anterior candidata socialista a la Alcaldía, Elena Martín; las continuas descalificaciones públicas e insultos que desde su entorno realizan a dirigentes y personas de otras fuerzas políticas de Alicante; así como el rechazo y la incomunicación con personas relevantes de la ciudad desde el punto de vista social, cultural y universitario. Lo más sorprendente en este dislate es que con quienes Echávarri no ha sido capaz de enfrentarse es con los responsables de llevar al socialismo alicantino al descrédito y al desastre, entre otras cosas por sus apoyos al Plan Rabasa, liderados por Ángel Franco, quien sigue moviendo hilos en la agrupación socialista.

Nada de esto permite sumar más apoyos a un proyecto político tan necesitado de ellos, en una ciudad que reclama a gritos una nueva etapa de diálogos, acuerdos y consensos. La fragmentación electoral que avanzan las encuestas y la necesidad de recuperar una nueva dignidad democrática en Alicante exigen una capacidad de diálogo y un respeto que Echávarri, todavía, tiene que demostrar. Sin mencionar algunas de las disparatadas propuestas preelectorales que el alcaldable socialista ha desgranado en las redes sociales, que ya tendremos tiempo de analizar con calma.

@carlosgomezgil