Me pregunta un amigo americano criado en San Francisco (Estados Unidos), qué es eso de los capirotes y las procesiones en España. Un chaval de veintitantos. A ver. Aclarando, que es gerundio. Las procesiones no son una performance del Ku-Klux-Klan. La cruz boca abajo no se incendia como en las peli de Arde Missisipi, una buena película de Willem Dafoe y Gene Hackman. Es la cruz de San Pedro, que fue crucificado boca abajo. Y esa cruz, no arde, no.

Sigo explicando: los más fanáticos procesionistas, son pescadores. Claro. Los apóstoles, eran pescadores en su aplastante mayoría. En todos los pueblos de la costa de este país ruidoso llamado España, hay un barrio de pescadores, pegado a una ermita desde la que divisan las viudas los barcos de aquellos que ya no volverán más a casa. Y desde allí, desde hace centenas de años, baja el Cristo, todos los años. Y desde allí, escaleras abajo, cierra el paso a todo lo demás, una Virgen llena de lágrimas, envuelta en un larguísimo manto lleno de estrellas y oro. Y todos los pescadores, los gitanos, la gente más humilde, carga con orgullo el Jesús y la Virgen, mientras se dejan los hombros en las empinadas escaleras.

Llegan bandas de música de los pueblos, pero siempre hay un día, donde la procesión corta en silencio la madrugada. Incluso, se apagan las luces, allí por donde pasa el Jesús. Y cuando dobla la esquina la Virgen, se llena de temblor melocotón la calle con la luz de las velas. La madre que perdió a su Hijo. Viuda y madre. A partir de entonces, Madre adoptiva de doce pescadores. Como ellos. Llevada a plomo por hombres tatuados, que reventados, la vuelven a bailar, cuando, desde un balcón viejo una garganta se rompe de dolor y vuela por la calle oscura y temblorosa una saeta.

La búsqueda de Dios, el rumor inmortal, siempre produce arte a raudales. Arte que brota de las tradiciones populares. La tradición, decía Chesterton, es la moda de los pobres. No es snob, ni pija, ni frívola. Tiene raíz. En la vida. Lutero, lo sé bien, con la reforma protestante eliminó cuadros, esculturas de las iglesias. El pueblo alemán, encauzó su tradición religiosa, le hizo la pirula a Lutero, con la música. La mejor música religiosa del mundo: la de Bach. En el Sur, nos quedamos con lo demás: escultura, pintura. Pero era demasiado poco. Había que vivirla. Subirla a los lomos tatuados de gente ruda, sencilla. Sacarla del pecho. Por lo menos una semanita. Sacar las imágenes de la las iglesias, arrastrarlas con tambores y saetas por las sucias calles de la vida. Apagar las farolas para que la luz temblorosa del paso de la Virgen iluminara nuestro valle de lágrimas al doblar la esquina. Amor de Madre, fuerte, fiel. Hasta el fin. Al final, siempre llega el dolor. Pero, ¡ay de aquel a quien no le espere el amor junto al dolor! Sabiduría de costalero.