Ya saben ustedes que en democracia no hay nada más demoledor que el populacho, o sea nosotros, sepa toda la información de los movimientos que concurren a las elecciones. También juega a nuestro favor saber de dónde sacan los dineros los políticos, o dónde los guardan, bien Andorra, bien Suiza, y porqué se sacan las becas y las oposiciones en las universidades públicas con tanto chalaneo.

Viene esto a cuento del reportaje que ustedes habrán visto en la televisión de lo que es el germen de este movimiento social de engañabobos que es Podemos. Una banda, porque son una banda organizada, de profes que, y me juego el cuello, han amañado sus puestos de trabajo en la universidad pública, se están dedicando a darnos lecciones de decencia y coherencia. ¡Y un cojón de mico! Vayamos por partes, que esto necesita más artículos que pasta tiene el tal Monedero.

La Facultad de Ciencias Políticas, el laboratorio de prácticas de donde salen estos «iluminatti» es todo menos una universidad pública. Usted entre, si quiere ver un parque de atracciones con todos sus animalitos. Por supuesto, no se preocupe usted de fumar ese porro que tanto añora en sus pasillos. Con las ganas que tengo yo de ir y encenderme ese puro cubano y sentarme en el suelo con una mantita a leer todas esas consignas maltrechas y bufonadas varias. No hay ley, que es lo que les mola a ellos. ¿Cómo coño va a funcionar una universidad si no se respeta la ley antitabaco, que todos los demás respetamos? Claro, no va a entrar la policía a multar porque eso atentaría contra el «espíritu universitario». Claro, es que «su» espíritu universitario es el de la secta. Que es como lo de la casta pero para ellos.

Denuncio, y no tengo ningún problema en defenderme, que la gran mayoría de profes de ese departamento han sido metidos a dedo. Sí. Lo que oyen. Es una mentira muy grande decir que han aprobado una oposición, sabiendo como sabemos, que en esa colla de pseudo intelectuales, no entra nadie que no piense como ellos. Si un Premio Nobel de Economía, de centro derecha, se presentase en una prueba de selección en ese sitio, perdería contra Errejón y Monedero Sociedad Anónima Laboral de Compis.

Ese sectarismo es parte de la estrategia. Su prepotencia y canallesca es infinita. Están aprovechándose de la mala situación de la gente. Como han hecho los ricos. En esta situación siempre ganan los mismos. Los que tienen dinero que se la bufan que la gente pase hambre, y los populistas que quieren ser los que mandan para no se sabe qué. Siempre recogen las nueces los mismos. Los extremos que se tocan como los imanes.

Una retahíla de estudiantes se organizaen una facultad para colgar pancartas cual ejercicio de manualidades de enseñanza primaria. Con lemas de revoluciones maniqueas y cuyo resultado ya hemos visto en la historia. Un anticapitalismo militante que ha hecho más pobres a muchos países arrojados a estos cantos de sirena. Un montón de chiringuitos en los pasillos en los que se venden todas esas pulseritas y camisetas para ayudar a la revolución que siempre es la mentira.

Un ejercicio académico que bordea la ignominia. Porque no hay universidad cuando sólo se proclaman unas ideas como válidas. Cuando se articulan programas académicos para que «leas mi libro» que es la verdad absoluta. Ese ejercicio acrítico convierte esa aula en una libreta de adoctrinamiento de la que es difícil salir. Todos se rinden ante la contundencia de los mensajes que, machaconamente, todos los profesores de la secta proclaman. Si no hay alternativa de pensamiento, y ahí no puede haberla porque ya se han encargado ellos de amañar las plazas de profes, no hay universidad.

Lo venderán como que es pública. Pero es el mayor corralito intelectual que ha parido madre. Y eso, queridos lectores, lo pagamos con nuestros impuestos. Por eso podemos protestar contra estos que, con risitas del tic-tac que se acaba el tiempo de Rajoy, se enchufan un porro entre pecho y espalda en el pasillo. Si no vais a dejar que otros opinen de manera diferente en vuestra religión ideológica, por lo menos pasarnos el porro a ver que se siente incumpliendo la ley. Bonitos de cara.