Quienes peinamos canas -no quiero decir que seamos viejos, sino que peinamos canas y punto- recordamos que, hace treinta años, más o menos -¡joder; si que somos mayores y no precisamente porque peinemos canas-, en la tele se popularizó una campaña con la que se quería concienciar a la gente de lo que supone que un monte se queme. Decía: «¡Cuando un monte se quema, algo suyo se quema!». Peridis, arquitecto, dibujante y humorista cántabro, añadió: «¡Señor Conde!», con lo que quería denunciar que la mayoría de los montes son, o eran, privados, no públicos, como erróneamente se piensa. El verano pasado me impactó -aunque no menos que otras veces- el incendio que asoló el Montgó, entre Denia y Jávea, y que arrasó 444 hectáreas, lo que supone el 40 por ciento de la superficie quemada en toda la CV. Al parecer -según la investigación- fue por una negligencia.

Hace unos años, se decía que la mayoría de incendios «se provocaban» para tener suelo en el que -¡lo que son las cosas!- en vez de crecer vegetación crecieran casas; ¡venga casas!. Y no pasaba nada porque no se tenía conciencia de la importancia que tienen -incluso para la salud de las personas- las masas forestales -grandes o pequeñas- en los entornos de los pueblos, puesto que, entre otras cosas, son auténticos pulmones para los núcleos urbanos. Pero ¡del dicho al hecho, hay un buen trecho, hermano!. Afirman que ¡no hay más ciego que quien no quiere ver ni más sordo que quien no quiere oir!. ¡Aplícate el cuento, rascachán!. Antes se apelaba a la conciencia colectiva para prevenir incendios, ahora también, pero de otra forma. Algunas administraciones se gastan un «pastizal», más que nada por el qué dirán -y porque están obligadas- para tratar de erradicar lo que consideran mala praxis de la gente que sube al monte. Cuando alguien se pasa de listo se habla de delito ecológico, aunque, según quien lo cometa, se distingue entre «intencionado» o «negligente». Un incendio, ¡pariente!, es un incendio, aquí y en el Polo Norte, aunque allí, la verdad, creo que hay pocos pinos. Lo mejor que saben hacer nuestros desgobernantes es eludir responsabilidades, porque, ¡se lo juro señor juez, yo no he sido; pregunte a los «zarrapastreros» de la oposición, que son más malos que malos y culpables de todo!. Sofocar incendios incluso ha costado vidas y ni por esas ha ido gente a la cárcel. ¿Delito ecológico?.

La mayoría de las veces no se coge a quien la «lía» parda en el monte porque, por ejemplo, no se sabe por dónde tirar en la investigación policial, pero en el caso que nos ocupa -y ahora entraremos en materia- sí se sabe quiénes son los responsables y no se les imputa ningún delito; ¡faltaría más!. La misma fechoría debería ser quemar una pinada que dejar que ésta se muera; ¡digo yo!. Así, si el monte es propiedad del Estado, el «delincuente ecológico» será alguien del ministerio; si la sierra pertenece a la CV «el bandido» será de la Consellería correspondiente; si el propietario es la «dipu», los «malhechores» no serán otros que quienes los gestionan y si son responsabilidad del palacete del marquesado de Arnerva, huelga poner negro sobre blanco quien ostenta la cartera de medio ambiente: alguien que se declara ecologista y que se me antoja que de verde tiene lo que yo de monje anacoreta.

Lo que pasa en la sierra de la Muela -o en las colindantes de Redován y Callosa, por citar algunas- no es de recibo. Es un atentado ecológico cometido por dejación (intencionado). Si hay gente en la cárcel por amañar concursos urbanísticos, alguien debería ir al «trullo» por dejar que, literalmente, se muera el principal pulmón que hay en el cinturón olezano. ¿Acaso no es lo mismo el maltrato animal que el maltrato a un árbol, que también es un ser vivo?. ¿Por qué se pone el grito en el cielo cuando -¡valga la comparación!- nos enteramos que se apalea a un perro y nos da lo mismo cuando vemos el desastre que se ha producido en nuestra sierra por la negligencia de quienes no han defendido los intereses del ciudadano?.

Hay muchos tipos de delitos y alguien ha cometido uno muy grave y a la vista de todos. Según el artículo 6 del Código Civil, el desconocimiento de la Ley no exime de su cumplimiento (ignorancia juris non excusat), pero me da que nadie va a pagar por la tropelía infame que se ha cometido en el monte por parte de quienes tienen la obligación de salvaguardarlo. Ahora dicen que van repoblar la sierra con «matojos» porque aseguran que los pinos no son autóctonos. ¡Coño, toda mi vida he visto pinos en la sierra de la Muela!. Primero habrá que talarlos para erradicar la plaga que se los ha cargado; luego ya veremos lo que se planta, ¿o no?. Lo dicho, ¡cuando el monte se quema, algo suyo se quema?señor Conde!, aunque no sé para qué escribo esto, porque no vais a hacer ni «puto» caso; ¿verdad?.