No tengo el teléfono de ella, pero me gustaría llamarla. La becaria Monica Lewinsky se hizo famosa por sus «artes» con el Presidente Clinton. Y me gustaría saber cómo llegó a su beca. Si su beca era presencial, que por lo que se vio, era, y si se la seleccionó, o se la escogió. Porque lo que queda claro es que el reino de los becarios tiene su aquel.

En España hay miles de becarios que cumplen escrupulosamente, como tiene que ser, con su beca. Becas, por cierto, que en la mayoría de casos son objetivamente asignadas y auditadas. Eso que quede por delante, para que no haya una generalización del «caso Errejón». Porque pensar, con el paro brutal que hay, que a la plaza que se convocó sólo se presentase él, tiene su guasa. Vamos a ver. Dicen, desde la Uni, que el perfil era muy concreto. Y tanto. Como que era cerrado: «un doctor en Ciencias Políticas que tenga experiencia en la Administración pública y con temas de vivienda». Faltó decir y que lleve gafas, haya estado en Venezuela y sea compi de Podemos. ¡Joder! Si uno quiere que alguien se lleve un puesto lo único que tiene que hacer es poner el currículum de ese como requisito, y ancha es Castilla.

El mismo investigador jefe reconoce que: «Avisé a Iñigo Errejón y a otros amigos en el paro». ¡Olé! ¿Y eso no se llama prevaricación? ¿O es gesto fraternal ibérico venezolano? Si esa misma situación la hubiera protagonizado otro partido, los «Podemos boys» estarían ladrando contra la casta. No hay bemoles para defender que una sola persona se presentase a una beca de 1.825 eurazos al mes, con la que está cayendo y los investigadores yéndose al extranjero. Pero es que la beca tenía nombre y apellidos. Ese es el problema. Decía nuestro periódico el viernes que el 34% de los trabajadores, en España, gana menos de 645 euros mensuales. ¿No creen que triplicando la cantidad, 1.825 euros, se habrían presentado algunos becarios más?

No ocurrió. Y para más solfa, el trabajo, que se suponía presencial, se hizo por telepatía. Ni estaba, ni se le esperaba. Un trabajo, que yo no juzgo su idoneidad, para eso está el investigador jefe, pero que se me antoja un montaje. Yo me lo guiso, y yo me lo como. El becario Errejón, bien formado y que sabe lo difícil que es para un aspirante a beca conseguir una, salió diciendo que con la que está cayendo en España de robo parece mentira que lo miren a él con lupa. O sea, que uno es servidor público para criticar a los ladrones, que me parece muy bien, pero a mí que no me miren. La beca, tal como la hemos visto es un escándalo. La podéis disfrazar de minucia, con «la que está cayendo en España», pero eso es el «tú más». Lógicamente que esto no es un latrocinio, pero destila amiguismo y connivencia. ¿No habías venido, los de Podemos, para acabar con la arbitrariedad?

Será, a lo mejor, legal como convocatoria de beca. Pero en un país serio, y no es Venezuela el que me viene a la cabeza, una beca de ese dinero mensual, en la que un solo candidato muestra la patita es, cuanto menos, sospechoso. Si este es el modelo de amigos y amiguetes, a lo Torrente, que pensáis implantar en la rota España, no contéis conmigo. Es muy fuerte veros levantando el brazito en alto con ese puño cerrado para que no se escape el dinero de la beca. Pero a mí toda esa escenografía de besos y abrazos, al grito de «Sí se puede» me recuerda a las castas. Perdón, que vosotros sois diferentes. Y tanto. Tan diferentes que en toda la geografía española, y en todas las bolsas de trabajo con miles de universitarios entregando curricula en bares, cafeterías y tiendas, no había nadie más que Iñigo Errejón para hacer el susodicho informe.

Háganselo ver. No me convence tanta camaradería. Siempre salen beneficiados los amigos del «régimen». Se trata de proteger a los nuestros como viejos caciques. En la Europa seria, este becario doctor, habría dejado su futura carrera política, porque no podría justificar lo obvio: la beca era para él. Y punto.