Si existe algo urgente que los Estados y países de todo el mundo deben hacer en estos instantes es articular una puesta en común para que de una vez por todas se desplacen a África los equipos médicos suficientes para combatir las múltiples enfermedades que existen en la actualidad en ese país. Pero esto que se anuncia que se va a empezar a hacer se debió llevar a cabo hace tiempo. Porque en territorio africano llevan muriendo personas desde tiempo inmemorial. Y es ahora cuando con el ébola y otras enfermedades que han llegado a los denominados países desarrollados es cuando le vienen los miedos a estos y a sus gobernantes. Porque no es que de repente los europeos y americanos se haya convertido, sino porque tienen, tenemos, miedo de un contagio masivo y que nuestro sistema sanitario no sea capaz de afrontar, lo que podría ocurrir si empiezan a llegar personas con los virus y se extiende de manera y forma incontrolada. ¿Se hubiera reaccionado de la misma manera si ningún europeo o americano se hubiera contagiado? ¿Nos acordaríamos de los seres humanos que día tras día mueren allí si no hubiéramos visto peligrar nuestra civilización con el contagio masivo de una enfermedad tremendamente mortal como se está demostrando? Es duro hacernos estas preguntas, pero es la pura verdad. La pura verdad de unos países desarrollados que no se toman el problema de África en serio y que estamos dejando abandonados a su suerte a millones de seres humanos.

Porque hace tiempo conocemos las condiciones de miseria y pobreza con la que se vive en África. Y, sin embargo, los países desarrollados no han querido ayudar con la fuerza e inversión necesaria en un continente lastrado por enfermedades y falta de medios, además de por dictaduras que no han ayudado a resolver estos problemas, sino que los han agravado, además de ir dejando a la población desamparada a su suerte. Una suerte que ha ido dependiendo del voluntariado y de aquellas personas que se han desplazado, jugándose la vida, para ayudar a quien no está acostumbrado a que le ayuden. A quien mira a una cámara de fotos con pena, con la tristeza que rodea la cara de esos niños y niñas africanos que nos miran diciendo: ¿por qué nos habéis abandonado? ¿Qué me hace diferente a mí de vosotros? Y otras preguntas que no se hacen porque no las conocen. Ni sus respuestas. Pero que se centran en las interrogantes acerca de por qué nos hemos dedicado durante cientos de años en empeñarnos en invertir en material bélico para luchar unos países frente a otros para ver de quién es un terreno, o quién grita más alto, o quién es capaz de derramar más sangre y dolor. Porque nos dejamos llevar por los odios que inundan los sentimientos y corazones de muchas personas y por la falta de voluntad y carácter para lograr un entendimiento sobre cuestiones que se nos antojan menores cuando estamos viendo tanta gente en África muriendo por la dejadez con que les tratamos en el resto del mundo.

Y solo es cuando el resto de continentes se sienten amenazados por la extensión a otros de esas enfermedades que acaban con los africanos cuando se siente miedo y se piensa en acudir a África para aminorar los efectos del virus del ébola. Pero, insistimos, la pregunta que nos surge es si se hubiera pensado en hacer lo mismo y desplazar contingente humanitario y médico si el ébola no se hubiera introducido en Europa y América, y, por ello, si se hubiera meditado en las reuniones que se están celebrando en la Unión Europea y EE UU en acudir a África para atajar el problema desde su origen. Porque resulta obvio que este problema no puede resolverse mediante la creación de unidades especiales en los hospitales de todo el mundo, cuando las posibilidades de desplazamiento de personas con esa enfermedad a nuestros países es muy amplia y las facilidades de contagio extremas, como se está comprobando pese a las precauciones y cautelas que se adoptan para evitar contagios.

Nos llama la atención, por ello, que cuando África ha sido el continente abandonado por excelencia se reaccione ahora por el miedo a la afectación internacional de las enfermedades que allí surgen por doquier por la falta de atención médica y por las facilidades para contraer enfermedades por las características de la zona. Esta ayuda se produce ahora más por miedo que por pena. Más porque no nos pase a nosotros que por salvar la vidas de los que allí viven. Y, mientras tanto, aquí no hace falta que entren enfermedades. Nos hemos estado matando unos a otros con todo tipo de armas de fuego y lo seguimos haciendo, y ahora le tenemos miedo a un virus cuando el peor virus que hay sobre la tierra es el ser humano cuando es capaz de actuar como lleva actuando desde hace siglos. ¿Con qué vacuna combatimos eso? Si la hay.