Alguien me ha contado que en una especie de mapa de la globalización mundial el primer factor que se resaltaba eran las bases militares norteamericanas y, el segundo, las tiendas de Ikea, supongo que porque ambas no sólo indican cuantitativamente la caída presunta de las fronteras nacionales sino que marcan cambios cualitativos en las formas próximas de vida cotidiana. Alicante podría, al fin, «entrar» en la preciada globalización gracias, pues, a la venta intensiva de cacharros para ordenar trastos y de otros productos, de cuya utilidad no dudaré, pero que hartan en su dilatada promesa de mantenernos siempre en perfecto estado de revista en nuestra lozanía y libertad espiritual.

Lo malo es que, aunque no figuren en los mapas, las mafias también son un índice de moderna globalización. Y hemos escuchado al responsable, perdón, al presunto responsable de la negociación de la instalación de Ikea en Rabassa hablar con el dueño, perdón, presunto dueño del suelo implicado, y pavonearse de lo chulo que es tener un amigo mafioso español. Era de broma. Claro. Pero también sabemos, aparte de los tacaños que son estos tipejos de Ikea, como comentan unos pueblerinos Ortiz y Alperi, que el tipo de contrato de la multinacional con el adjudicatario del Plan era «leonino» y que sólo se puede entender por la capacidad que Ortiz tendría, perdón, presuntamente tendría, de influir en las decisiones políticas de los sospechosos habituales y de un séquito de gentuza intitulada técnicos urbanísticos. Si seguimos la lógica de la argumentación, resulta que, dada la muerte política de Alperi y Castedo, que nunca más podrán volver a tomar una decisión sobre el Plan Rabassa, y las indemnizaciones que paga el hombre más rico de la globalización alicantina, es posible que Ikea, antes de empezar, hunda los negocios de Ortiz y empiece por generar un desempleo asombroso entre abogados, limpiadores-espías, guarda-parkings e, incluso, algunos residuos del gremio de la construcción. Al final nos va a tocar hacer otra Plataforma: «Salvemos a Ortiz». Y es que ese potente grupo, ahora lo sabemos, no hubiera medrado desbocadamente sin su contigüidad con el poder político, y eso va a ser imposible que permanezca: la policía no es tonta.

En las escuchas policiales también está Ikea y no puede ser el pajarito desamparado que se escapa. Ikea también le debe una explicación a esta ciudad y esta ciudad se la debe reclamar, si es que quiere recuperar la dignidad. Y también debemos haber aprendido que la dignidad no es una abstracción, sino condición necesaria para tener buenos contextos de vida, para que se cree una riqueza perdurable y se reparta de manera razonable y no acabe en los bolsillos de extorsionadores profesionales. Seguir con la cantinela de la creación de puestos de trabajo ya no sirve. La pregunta es: ¿de qué será capaz Ikea una vez asentada en Alicante, controlando centenares de miles de metros cuadrados en un lugar estratégico y pudiendo modular el funcionamiento global de buena parte del sector comercial del territorio?

En esta situación, que su implantación dependa -aparte de otras consideraciones técnicas- de una ATE de la Generalitat es insultante: otra prueba de que el PP no está dispuesto a renunciar a la corrupción más que cuando pillan a sus militantes con las manos en la masa. El PP valenciano no ha convertido la limpieza en la vida pública y económica en un dispositivo regulador de su actividad, prioritario en su ideario. Todavía no es un gato suficientemente escaldado. Porque con las escuchas de Rabassa, la inteligencia y la coherencia aconsejarían paralizar inmediatamente la ATE hasta que Ikea se explique, no sea cosa que creamos que los Lavel y Bengoechea que negocian en sombre de los suecos y, por vía interpuesta, chantajean a Alicante, también estén hablando con los que tramitan el ATE. Para limitar la capacidad de decisión de futuros gobiernos, por ejemplo. Odio apuntarme a la cultura de la sospecha, pero es que el PP de aquí arrastra tanto pecado que su penitencia es un requisito para que la democracia signifique alguna cosa más que un mecanismo para designar corruptos.

Y una última reflexión: esta es una perspectiva que deberían considerar los empresarios alicantinos. Los grandes empresarios de cualquier rama porque, siquiera fuera por su silencio, están también retratados en las tramas corruptas. Y eso por no hablar de tantas declaraciones que ensalzaron a los políticos ahora retratados, a Ortiz como el más listo y a la burbuja inmobiliaria como madre de toda bendición. Y miren como están los empresarios y sus asociaciones. ¿Esperarán que las salve la cotización de Ikea? Y una mirada especial deberían hacer los comerciantes: si no son capaces de movilizarse en convergencia con otros sectores sociales, partidos y entidades que están denunciando cómo el llano de Rabassa se convirtió en el cruce de todas las sinvergonzonerías, se merecerán lo que les pase: que vayan aprendiendo a hacer bricolaje para desmontar sus tiendas. Antes era: «Ikea sí, centros comerciales no». Ahora, mientras gobierne el PP, y no haya garantías de un comportamiento basado en la ética profesional y el respeto estricto a la ley, creo que lo coherente es, simplemente, decir «Ikea, no». Total, paga Ortiz. Unos llevan su dinero a Suiza o Andorra: él lo manda a Suecia? a ver si va a resultar que no era tan listo como nos habían dicho.