Nos las prometíamos muy felices con la alerta -desmesurada en esta ocasión aunque más vale que sobre que no que falte- de la Generalitat anunciando que, más o menos, ayer nos caería la del pulpo sobre la provincia. Vamos, que todos nos imaginábamos ya las torrenteras, los bajos inundados y charcos por todos los lados. Nos imaginábamos e, incluso, apostábamos por ello para remediar esta sequía histórica que se ha llevado por delante casi doscientos mil árboles, ha cambiado parte del paisaje y arruinado a muchos agricultores con esos 80 millones euros de pérdidas que será difícil recuperar, máxime si la solución debe llegar de una Administración que está más para que la ayuden que para solucionar nuestras penurias. Pero no, la tormenta llegó a primera hora de la noche. Fue muy aparatosa, causó algún problema puntual en la Vega Baja y se perdió en el mar. Hoy, día de playa. Aunque las razones científicas del porqué no llueve en Alicante están claras aunque sean difíciles de entender para el que no es geógrafo, parece que de un tiempo a esta parte lo que le ha ocurrido a la provincia es que le ha mirado el rey de los tuertos o un gato negro gigante se ha quedado a vivir en la Costa Blanca. Hasta noviembre no desaparece el riesgo de una gota fría convencional (los expertos apuntarán que ahora se pueda dar en cualquier época del año) la descarga de anoche ha servido, seguro, para refrescar el ambiente, enfriar un poco el mar y, poco a poco, diluir el riesgo. Queda mucho otoño, toda la estación. Esperemos que llueva y este sol primaveral que nos acompaña hoy de paso a noches como la de ayer. De no ser así estamos arreglados.