El nacionalismo no tiene patria, y si la tiene es el capital. Los historiadores lo sabemos bien, hemos estudiado que es una construcción teórica de la burguesía, catalana o vasca en el caso de nuestro país. Los obreros de finales del siglo XIX no tenían tiempo para recrearse en literatura romántica, en héroes medievales o en banderas y senyeras. Por eso al nacionalismo se construye de manera contraria a otras ideologías, como el socialismo, que es internacionalista, desde que Marx y Engels constituyeron la I en Londres. Lo que ocurrió en España es que fracasó la construcción del Estado liberal, no tuvimos una educación centralizada como la de la Francia napoleónica, entre muchas cosas, es la tesis de Álvarez Junco en su magna obra Mater Desolata.

La patria del nacionalismo es el capital, y en el siglo XXI lo paraísos fiscales. Lo acaba de reconocer Jordi Pujol, primado de un clan que ha gobernado en la élite política y económica durante décadas. El negocio estaba supuestamente en los contratos con la Administración Pública. Lo de los contratos lo ha dicho una de las novias de un hijo de Pujol, aunque muchos sabían de las andanzas de la familia, del comportamiento déspota de la esposa y los hijos malcriados del patriarca. Y es que Pujol es solo un caso, grave por haber sido presidente de la máxima institución catalana, pero hay muchos nombres de familias con el mismo perfil, nacionalistas de carné, patriotas con capital en el extranjero, que ahora quieren votar dónde situar su nación y dónde su refugio fiscal.

Esquerra Republicana de Cataluña, que se identifica como de izquierdas y republicana, ha votado en contra de constituir una comisión de investigación en el Parlament. Personalmente creo que la confesión/denuncia de la corrupción no va a hacer sino a aumentar el auge del independentismo, porque son parciales. El único muro de contención es el PSC de Iceta y su propuesta federal, porque Ciutadans y PP caminan en la senda de la negación absoluta y del centralismo, y Mas, se ha quedado sin el otrora habitante del Palace en Madrid, Duran i Lleida, que abogaba por una salida dialogada. Aunque Arturo se quiera desvincular de su padrino Pujol, el diálogo con Rajoy es de besugos, si es que lo hay.

La corrupción ha comenzado a emerger por los poros del nacionalismo catalán. El problema es que Pujol mandó mucho durante mucho tiempo y bailó con los gobiernos de González y sobre todo con los de Aznar, la balada de la gobernabilidad. Atrás quedó la época en la que el presidente del Gobierno hablaba catalán en la intimidad y el teatro Majestic era el epicentro de la política. Como dice Raúl del Pozo, el virrey de Cataluña no ha seguido la senda de Simón Bolívar que decretó pena de muerte para los corruptos, sino que él mismo se ha confesado evasor.