Antes de comenzar vaya por delante mi disculpa por si yo también, como si fuera un político al uso, meto la pata al comentar un asunto en el que me faltan algunos elementos de juicio que pudieran permitirme una valoración más completa y por tanto más ajustada a la realidad.

Todo este largo exordio viene a cuento de todo el tinglado que se ha montado en torno al tema de las traídas y llevadas «lanzaderas» que unirán, esperemos, la estación del AVE con ciudades turísticas de primera magnitud como Benidorm y Torrevieja.

Para empezar hay que decir que las lanzaderas no son ni traídas ni llevadas. No existen más que en la imaginación y, quizás, en los propósitos de algunos y en los deseos de otros.

Veamos. Frente a la lógica aplastante que indica que lo natural sería que se pusiera en marcha un sistema que conectara las líneas de AVE desde y hacia la estación con las localidades aludidas (y posiblemente algunas más, previo estudio detallado y razones justificadas), se opta por determinar que el enlace en lugar de hacerse desde Alicante se haga desde Villena (aceptando las manías de una alcaldesa que al parecer pronto dejará de serlo por mor de sus devaneos político-económicos con un famoso constructor). Cualquier razonamiento para intentar justificar la eficacia de esta decisión es de lo más discutible y, lamentablemente, el tiempo nos podría dar la razón, seguramente.

Pero el tema es mucho más complicado porque este enlace supone un esfuerzo de información ya que a los viajeros que no sean los habituales de la línea no es fácil que les quepa en la cabeza pensar en un sistema de conexión que no es el más lógico al no ser Villena la estación término de la línea. Y todavía más porque, si no he leído mal, las informaciones aparecidas en los medios de comunicación, y más concretamente en este diario INFORMACIÓN, dicho enlace por autobús se tiene previsto con una sola frecuencia diaria, lo cual resulta absolutamente ridículo si se tiene en cuenta el número de llegadas de la alta velocidad a Alicante.

¿Qué puede solucionar una conexión al día? Nada o casi nada.

¿Compensará a la empresa de transportes por carretera el servicio? Poco probable.

La otra solución ofrecida por la alcaldesa imputada, procesada o lo que sea, es la del autobús que una la estación del AVE con la de autobuses de la ciudad con lo que la aventura a la que se pretendía someter al paciente viajero se compone de un itinerario que, así por encima, vendría a ser el siguiente: 1. De su domicilio al AVE (por cualquier medio); 2. En el tren hasta Alicante; 3. En bus de estación a estación; 4. De estación de autobuses de Alicante a estación de autobuses de Benidorm; 5. De allí al domicilio u hotel de destino. Calculen ustedes tiempos, molestias, acarreo de bultos, fatigas y demoras y verán la odisea que supone el trayecto que parece no haber prosperado por falta de usuarios.

La otra solución, la del «trenet» o como se llame ahora, es, sin duda, la más práctica si se deciden terminar la modalidad de la estación ferroviaria uniendo las dos líneas y si, sobre todo, se racionaliza su funcionamiento, se limitan paradas, se mejora la infraestructura y se consigue una duración del trayecto razonable y que no sobrepase los treinta y cinco o cuarenta minutos. Además, esta solución daría servicio a otras poblaciones suprimiendo apeaderos y estaciones secundarias que quedarían reservados al modo tranvía de la línea.

Total que es un lío. Que la llegada del AVE (y la conexión de todas las demás líneas ferroviarias que debería ser vital para la potenciación y crecimiento del turismo en una zona privilegiada (en todo menos en comunicaciones) siempre, como viene siendo habitual desde hace años, queda fuera de los planeamientos políticos que deberán primar la pujanza económica y social de su territorio mientras se sigue haciendo oídos sordos a lo que claman las distintas y bien documentadas plataformas y entidades que hacen sentir sus voces y proclaman estudios y soluciones en un predicar en el desierto, como muy bien sabe mi querido amigo y compañero Perea, que ya no extraña a nadie.

Que el Turismo (así, con mayúsculas) salva la economía, produce empleo y eleva el nivel de vida de algunas zonas privilegiadas y, por rebote o contagio, las de toda la provincia e incluso la Comunidad, pues bien: despreciémoslo, parece ser la consigna de nuestros gobernantes. Y así nos va.