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Juan José Millas

Teología y banca

Que un banco se llame Espíritu Santo es como si unos grandes almacenes se llamasen Santísima Trinidad. Bien pensado, lo segundo no sería posible. Habría protestas del Obispado, del Papa, del sursum corda y los católicos lo boicotearían como Esperanza Aguirre boicoteó en su día el cava catalán. A ver quién se atreve. De modo que, en efecto, unos grandes almacenes no pueden llamarse Santísima Trinidad, pero un banco sí puede llamarse Espíritu Santo. ¿Por qué? ¿Qué diferencia hay entre vender juegos de cama y vender preferentes? La diferencia, creemos nosotros, está en la metafísica. Las transacciones bancarias se parecen más al discurso teológico que al pensamiento financiero. Por eso la gente ha perdido tanto dinero en Bankia y otras, porque invertían con la fe en vez de hacer números. Hablando de fe, desde la desaparición del patrón oro, como todo el mundo sabe, el valor del dinero depende única y exclusivamente de la confianza que se deposite en él. Una moneda no es más fuerte que otra por su respaldo en bienes materiales, sino por el consenso que provoque entre los habitantes del universo mundo. Tú vas al banco, depositas en él los ahorros de toda tu vida, y te dan a cambio un papelito que ya hemos visto el valor que tiene gracias a los damnificados de las cajas: ninguno. En cambio, vas a unos grandes almacenes a por un juego de sartenes y sales con el juego de sartenes y una olla especial para cocina de inducción de regalo.

¿Significa que la religión y la banca fallan más que el comercio? No tenemos ni idea, pero en el Vaticano hay un banco con una historia negra, negrísima, de blanqueo de dinero, estafas y crímenes. A nadie, en cambio, se le ha ocurrido abrir un Corte Inglés allí. Parece que el Papa Francisco quiere poner orden en el IOR, pero para eso hay que saber latín. Y él, lo sabe, sabe latín, por eso le está buscando ahora las vueltas a la mafia, que tenía las cuentas en su banco. La situación tiene gracia: él excomulga a la Camorra y sus componentes le amenazan con dejar de ir a misa.

A lo que íbamos es a que el Banco del Espíritu Santo, en Portugal, está a punto de darnos un disgusto. Y no un disgusto teológico, sino meramente económico. Lo increíble es que el catolicismo no tenga registrada la marca, para evitar estos desmanes.

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