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¿Apología de la violencia machista? No, gracias

Se lució el cura de la localidad jienense de Canena con su peculiar forma de denunciar la (a su juicio) degradación moral de nuestros días y la ausencia de principios cristianos al afirmar en su homilía que hace treinta años «un hombre se emborrachaba y llegaba a su casa y pegaba a la mujer, pero no la mataba como hoy». Hasta desde las instituciones gubernamentales y el PP se lo reprocharon. Llegó la repercusión a tal punto que el ministro del Interior declaró este miércoles pasado ser partidario de concretar jurídicamente el delito de apología de la violencia machista, para aumentar el reproche penal que la misma merece.

No puedo estar más en desacuerdo. Entiéndame. No es que me parezca bien ni me deje indiferente la barbaridad proferida por este cura ni otras muchas infinitamente más graves que han vertido otros, ya sean curas o no. Pero dudo mucho que penalizar así, sin más, este tipo de expresiones sirva para combatir la violencia machista. Incluso creo que tendría el efecto contrario y sólo serviría para que los verdugos de las mujeres y sus palmeros se presentasen como víctimas. Porque lo harían, ténganlo por seguro. Y no les faltaría parroquia que les diese la razón. Piensen si no en la cantidad de gente que sostiene que los delitos de malos tratos que introdujo la Ley Orgánica de Medidas Integrales contra la Violencia de Género (LOMIVG) son discriminatorios para los hombres. Una afirmación así sólo se puede sostener (intencionadamente) por misoginia o (ingenuamente) desde la más profunda ignorancia del sistema de relaciones de poder entre mujeres y hombres, el más antiguo de los sistemas de opresión y dominación y, al tiempo, el más invisible, por mucho que el horror de sus consecuencias nos avasalle cotidianamente en todos los puntos de este planeta.

Combatir la violencia machista requiere educación en igualdad desde la más tierna infancia, formación especializada de las y los profesionales de la educación, la sanidad, los servicios sociales y la judicatura y una sensibilización constante de la ciudadanía a través, entre otras, de campañas institucionales. Educación, educación y educación. Todo eso está previsto en la vigente LOMIVG pero no sólo no se cumple sino que este Gobierno y la mayoría parlamentaria que lo sustenta se están encargando de hacer exactamente lo contrario. Goya ya denunció la ineficacia del sistema educativo de su época con su cuadro «La letra con sangre entra». Parece, sin embargo, que ese es el sistema por el que se decanta el ministro: tipificar como delito la apología de la violencia machista en lugar de educar a la ciudadanía para que los mensajes que alimentan esta violencia resulten socialmente intolerables.

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