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Revolución o sacrificio

El mundo del arte plástico es un complejo en el que confluyen diferentes figuras profesionales con sus respectivas áreas de influencia, casi jerarquías o niveles, dependiendo del criterio que usemos para su clasificación en las estructuras sociales y culturales. En principio, podemos pensar que todo parte del artista, como creador de las obras de arte, objeto de la actividad de las galerías, encargadas de la relación artista y público, paralelamente a los museos, centros de arte, de investigación y promoción de la cultura. Pero si tenemos en cuenta las exigencias del mercado, o la gran influencia que poseen los grandes curadores, críticos de arte, directores de los centros de arte, para decidir qué y cómo se expone, parece que éstos son los que dictan las directrices por las que se debe conducir el artista. Leyendo un libro básico en la publicidad, la comunicación, la sociología, Rebelarse vende, el negocio de la contracultura, de Joseph Heath y Andrew Potter, identificamos ciertas pautas que se están desarrollando en este entorno cultural, ante la crisis actual. Se le está pidiendo al artista que se niegue a exponer en los centros de arte públicos, con gran efecto en los medios de comunicación, para denunciar la mala gestión de estas instituciones. Pero por qué pedirles este sacrificio a los artistas. Si la situación del arte español en la actualidad sigue siendo igual de precaria que la de hace treinta o cuarenta años, no es por la acción de los artistas, pues en las direcciones de estos museos, como en los jurados que eligen a su directores, como los que deciden los premios en las convocatorias de arte, casi nunca han participado los artistas. Y si analizamos la realidad de estos cargos, casi nadie en este país está en un puesto seleccionado por un concurso abierto, con un jurado equilibrado, a través de la presentación de un proyecto. Pero ahora cuando la crisis económica ha evidenciado la mala gestión, el incumplimiento de las buenas prácticas, el mayor acto de rebeldía se le exige al artista. A qué les suena, es la performance perfecta, dar la vida por una causa, es incontestable. Solo que en arte, el efecto es bastante más pasajero. Más cuando vemos cómo siguiendo una demagogia ya muy consolidada, los propios hostigadores de estas causas se hacen con mayores parcelas de poder, asumiendo las prácticas que denuncian. Y, mientras, el debate real no se establece, no se discute ni se buscan soluciones para los problemas reales de la cultura y el arte. Pero, como reacción positiva, vemos que hay una creciente necesidad de asociarse en la sociedad actual, con la convicción de que solamente unidos otra cultura puede hacerse, otra gestión de los recursos, involucrando a una mayoría de artistas en la tarea común de gestionar espacios para el arte y la cultura, dentro y fuera del ámbito institucional. La verdadera rebelión está en que la sociedad demuestre que organizada puede ser más eficaz que la institución política. Motivando así la renovación de sus estructuras caducas. La cultura es patrimonio de todos y todos debemos establecer las bases para no perder esta necesidad que afecta a toda la sociedad.

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