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Isabel Vicente

Prohibido trabajar

Leo que en Francia los sindicatos mayoritarios han firmado un acuerdo con las patronales de los consultores, informáticos, responsables de recursos humanos e ingenieros, entre otros sectores, para prohibirles estar conectados con la oficina fuera del horario laboral. Las propias empresas tienen que garantizar que sus trabajadores tienen apagados los móviles y los ordenadores que usan para trabajar cuando acaban la jornada para evitar que anden de gestiones con el móvil mientras fríen las patatas o que se pasen la mañana en la playa actualizando la web del cliente desde la tumbona. Por lo visto, van cayendo en la cuenta de que la gente necesita desconectar la mente y, para ello, primero hay que desconectar los cacharritos que parecían una liberación cuando se inventaron porque te permitían hablar con el jefe sin que supiera que estabas en el bar de la esquina pero que, con el tiempo, han convertido la vida de muchos en una eterna jornada laboral hasta el punto de sentirte culpable si, al salir del cine el domingo por la tarde, ves diez llamadas perdidas de tu empresa, porque ha debido pasar algo gordo y tú no estabas localizado. Y es que nos engañan. ¿Qué me dicen si no del tan cacareado trabajo en casa con el que se supone que puedes conciliar vida personal y profesional? Te llevas los informes para revisarlos después de cenar porque así sales una hora antes y ves a los críos despiertos pero, en cuanto te descuidas, son las doce de la noche y sigues cuadrando números.

Esto no puede ser bueno. De hecho, dicen nuestros vecinos galos que, con la prolongación sine die de la jornada laboral, están aumentando los problemas psicosociales, y que incluso se ha detectado un aumento de los suicidios por motivos laborales en las grandes empresas, lo que pretenden solucionar obligando a los ejecutivos a guardar el móvil al llegar a casa en el último cajón del aparador.

Pero no nos engañemos. Lo de los franceses tiene trampa porque les obligarán a estar desconectados sólo 11 horas al día. Ya. ¿Y el resto? ¿Se supone que estás disponible 13 horas diarias? Tanta lucha obrera, tanta huelga y tanto sacrificio para esto... Algunas de las víctimas de las nuevas tecnologías, dirán, con todo, que más vale 11 horas que nada. Por lo menos te aseguras que vas a poder dormir 8 sin interrupciones, que vas a terminar el capítulo del libro o que vas a poder dar el biberón al crío sin dejarlo a medias por una llamada impertinente, aunque yo, ¿qué quieren que les diga? Prefiero lo de fichar de toda la vida.

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