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Perdiendo el norte

Todas las mañanas voy a trabajar con muchas ganas al instituto de Alicante en el que ejerzo como docente. Pero una vez allí me doy de bruces con la más cruda realidad. Esa en la que muchos de los niños y adolescentes con los que me cruzo no han podido desayunar, o comer, o cenar. Esos que llevan las zapatillas rotas de verano en invierno o la ropa vieja y raída. Entonces, todas esas ganas de enseñar se transforman en rabia e impotencia.

Los docentes que trabajamos en los barrios más desfavorecidos del norte de la ciudad venimos sufriendo desde el inicio de la crisis problemas muy graves de absentismo escolar y de apatía en las aulas. Pero ¿cómo vamos a pedir a los alumnos que rindan o se motiven cuando les falta lo más elemental? Si algo han aprendido es que para ellos la vida nunca va a mejorar, y por tanto ya no ven en la formación una salida. La educación, una necesidad básica en el Estado de Bienestar, se convierte en secundaria cuando no hay nada que llevarse a la boca.

El informe publicado por Cáritas Europa es demoledor. En él se alerta de que el treinta por ciento de los niños españoles vive en situación de pobreza. ¡Sólo nos supera Rumanía! Este mismo informe también revela que el abandono escolar en nuestro país dobla la media de abandono de la Unión Europea.

Es la pescadilla que se muerde la cola. La pobreza infantil de hoy tendrá consecuencias en el futuro. Sin educación no se pueden compensar las desigualdades, y por ello la lucha contra esta injusticia social necesita mucha inversión educativa. Por supuesto, también se requieren medidas inmediatas para muchos niños, pero la educación es lo único que puede cambiar el rumbo.

En Alicante ya son más de tres mil los niños en riesgo de exclusión social extrema y marginalidad. Y mientras tanto, los responsables políticos de esta ciudad, los que deben favorecer la cohesión social y velar por las necesidades más básicas de sus ciudadanos, están más preocupados por los asuntos divinos que por los humanos, por sus causas judiciales o por las luchas de poder. Y dan la espalda a un gravísimo problema social escudándose en datos ficticios que, seguramente, les permitirán dormir mejor.

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