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Petén vive en sus cuadros

Cuando llegaba el día de su onomástica se nos ha ido Petén, el pintor que plasmó la provincia entera en miles de acuarelas y plumillas que lo mantendrán bien presente en muchísimos hogares alicantinos.

Fue tan amigo mío como excelente persona, me ilustró la portada del libro Alicante 1939 con una imagen de la tragedia del puerto cuando la guerra concluía y que en estas fechas adquiere especial vigencia al cumplirse 75 años de todo aquello; me atendía todos los encargos de espacios y gentes de mi vida que le solicitaba porque él era así, solícito y amable, para hacer regalos de boda personalizados y encargos que iban desde imágenes de Hamburgo, pueblos gallegos o campos con almendros en flor, hasta botijos de nuestros municipios más atractivos, teniendo multitud de anécdotas que contar de él.

Me detendré en una sola. Fijémonos en Javier Gómez-Navarro, ministro de Industria, Comercio y Turismo íntimamente relacionado con La Romana y al que conocí allí desde niño. En Fitur el Ayuntamiento de Alicante presidido por Ángel Luna quería hacerle un regalo especial al saber que se detendría en el stand capitalino. Pensé en su finca de La Pinada donde el ministro disfrutó de tantos veraneos juveniles, se lo dije a Petén y allá que se marchó a tierras romanenses, cámara y papel en ristre, acompañado, como tantas veces, de su hijo mayor Jos. Le hizo como pudo desde el exterior algunas fotos a la casa y el entorno, tomando también unos apuntes a lápiz.

Cuando Luna le entrega a Gómez Navarro el regalo que éste desenvuelve intuyendo ser algo impersonal y tópico, ve cómo se queda estupefacto al comprobar que era la finca de la familia de la que pocos tenían noticia. Yo escuché por radio en la voz de Vicente Hipólito aquel momento cargado de emoción. Y quienes visitaron su despacho ministerial y profesional me dijeron que allá estaba colgada la acuarela de Petén.

Resultó en efecto un pintor muy fácil y comercial pero porque la gente le pedía con denuedo los mismos espacios y rincones, plasmados de modo tan amable y colorista. Pero puedo asegurar que era un maestro como queda bien patente en el cuadro que le compré de una vieja bajando por una angosta calleja del pueblo castellonense de Castellfort, la mejor acuarela de su vida según José Juan Valdés, ese gran enmarcador y galerista con el que hizo tan espléndidas portadas de barracas en Lo millor de la terreta. Similares alabanzas se pueden decir de sus colecciones de plumillas para las que demostraba unas cualidades excepcionales.

Fue sastre de profesión, autodidacta integral aunque de familia de artistas y allá tuvo siempre a Nines a su lado, aquella madrileña a la que conoció y alojó la familia cuando venía a pasar los veranos en nuestras playas.

Y ahora, el eterno viajero que también perpetuó el Alicante de ayer, se nos ha adentrado en su personal túnel del tiempo para dejarnos físicamente aunque siempre lo tendremos muy vivo a través de esas obras que reflejan ni más ni menos todo lo bueno y generoso que él fue en la vida y lo han hecho eterno.

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