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No me lo puedo creer

No saben cómo me cuesta escribir estas líneas. Ando todavía en estado de shock. Que Gallardón (¿o mejor habría que llamarlo Fachardón?) preparaba una contrarreforma de la Ley Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo no era ninguna sorpresa, desde luego. Pero ni en mis peores pesadillas, y les prometo que las he tenido, imaginé que pudiera concebirse un texto tan retorcido como el presentado ante el Consejo de Ministros este pasado viernes.

A estas alturas, aunque el texto del anteproyecto no lo hayan leído, ya sabrán que pretende que vuelva a ser delito el que una mujer tome la decisión sobre si continuar o no adelante con su embarazo. Los pocos, poquísimos y terribles supuestos en que queda despenalizada la interrupción del embarazo, hacen pasar a la mujer por un calvario de sumisión a decisiones ajenas de incierto resultado. No voy a entrar hoy en detalles; duele demasiado. Tiempo habrá para hacerlo porque este trámite es el primero de un largo proceso y no pasa de ser un primer informe sobre un texto verdaderamente kafkiano. De momento basta apuntar que no sólo se despoja a las mujeres de cualquier condición de sujetos, sino que no se desaprovecha ninguna ocasión para recordarles su condición de meras incubadoras de carne y hueso.

Todo el texto rezuma un odio visceral a las mujeres, un desprecio sin límites, un afán de humillación exacerbado. Es, por decirlo de forma sencilla, repugnantemente misógino. Me cuesta horrores aceptar que las cuatro mujeres que se sientan en ese Consejo de Ministros puedan compartir una coma de semejante texto. No puedo concebir que se hayan quedado tan anchas. No me lo puedo creer. Sí, ya sé que ellas pueden pensar que para sus hijas, sobrinas, nietas, primas o amigas es irrelevante porque poseen los medios para eludir la aplicación de la ley pero es que, con ser de vital importancia, no es esa la cuestión. Cuando se trata a las mujeres como lo hace este texto, ese tratamiento se extiende de manera simbólica a todas, independientemente de su posición social y de su condición de ministras, vicepresidenta o parlamentarias ¿Cómo van a concebir los hombres como iguales a las mujeres si éstas no son sujetos autónomos como ellos en la toma de decisiones personales? Es algo tan obvio que hasta cuesta explicarlo. Por eso confío en que si esta barbaridad continúa su tramitación, las mujeres del PP que han de intervenir en este proceso lo hagan para detener este gravísimo ataque a nuestra condición de personas libres e iguales. No las creo tan sumisas como para negarse a ellas mismas la dignidad que a todas corresponde ¿Serán capaces, señoras?

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