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Comprender la violencia de género

Esta semana se han hecho públicos dos estudios sobre la violencia de género en adolescentes y jóvenes cuyos resultados son terribles. No repetiré las cifras ya difundidas en estas fechas próximas al 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. En el Centro de Estudios sobre la Mujer de la Universidad de Alicante diseñamos en 2009 una campaña a la que denominamos «Semáforo de la violencia de género» y que no hemos dejado de difundir desde entonces durante todos los cursos académicos. Consiste en un test de diez preguntas para chicas y otro para chicos basadas en todas las conductas que alimentan el mito del amor romántico y que son la base de la violencia de género. Al hacer este test muchas chicas dicen que ellas, por ejemplo, sí controlan mediante el móvil a sus chicos y muestran celos si ellos se relacionan con otras chicas. Muchos chicos afirman también ser víctimas de estas conductas por parte de las chicas. Por tanto, les asignan el mismo significado y eso hace que reaccionen mal cuando se les habla de violencia de género, llegando a negarla.

Haber nacido y crecido en un contexto de igualdad formal, donde las leyes declaran que hombres y mujeres somos iguales, les hace creer firmemente que viven en un contexto de igualdad real. Es lo que denominamos «espejismo de la igualdad», en el que no sólo habita la juventud, sino la mayoría de gente. Ignoran que la violencia de género constituye una manifestación del patriarcado, es decir, de las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres, que han conducido a la dominación de éstas por aquéllos. Estas relaciones de poder se basan en unos modelos de género bien definidos: la masculinidad y la feminidad, o cómo deben ser y comportarse y a qué se deben dedicar los hombres y las mujeres. Dichos modelos, a pesar de los avances en igualdad, siguen vigentes de forma universal (en cualquier parte del mundo y en cualquier cultura) y continúan sin ser intercambiables, otorgando una posición de superioridad a los hombres y de inferioridad a las mujeres, como se puede comprobar estadísticamente. Consecuentemente, no se puede hablar de violencia de género de manera bidireccional (es decir, que afecta a unas o a otros igualmente) porque la misma conducta, según por quién y sobre quién se ejerza tiene un significado distinto en función de dichas posiciones. Erradicar estos modelos es la única forma de eliminar la violencia de género. Y esta tarea es colectiva. Espero que contribuyan a ella el lunes, 25 de noviembre, en concentraciones y manifestaciones diciendo no a la violencia de género. En Alicante, en la Plaza de la Montañeta a las 20 horas.

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