Esta próxima semana, concretamente el 31 de octubre, se cumplen 35 años de la aprobación por los Plenos del Congreso y del Senado del proyecto de Constitución. En una votación nominal y pública (como se puede comprobar en los Diarios de Sesiones nº 130 y nº 68, del Congreso y del Senado, respectivamente) sobre la totalidad del texto, éste concitó la práctica unanimidad en ambas Cámaras, sometiéndose a referéndum popular, como ya es sabido, el 6 de diciembre de 1978. Lo que quizá poca gente sepa es que cuando el proyecto de Constitución se debatía artículo por artículo unos meses antes, concretamente en julio de 1978, se produjo un pacto entre las 21 diputadas para no votar a favor del artículo que regulaba la sucesión en la Corona. El motivo era claro: se establecía el criterio de preferencia del varón sobre la «hembra», lo que contradecía absolutamente el principio de igualdad y no discriminación por razón de sexo que en un artículo anterior (el actual art. 14) ya se había aprobado. Las diputadas comunistas, rompiendo la disciplina de voto de su partido que había anunciado su abstención (en aras del consenso), votaron en contra. Las diputadas socialistas, cuyo grupo parlamentario también se había posicionado en la abstención, ni siquiera quisieron estar presentes en la votación y, como protesta, abandonaron el Hemiciclo antes de que la misma tuviera lugar. Las diputadas de AP y UCD se abstuvieron, rompiendo la disciplina de voto de sus formaciones, que votaron a favor. Previamente, en mayo, la única diputada que formaba parte de la Comisión Constitucional, Teresa Revilla (UCD) fue también la única que se abstuvo, mientras los 32 diputados restantes se pronunciaron a favor.

Ahora, 35 años después, parece que en cualquier momento pueda llevarse a cabo una reforma de la Ley que reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida. Y no quiero pensar que sea imposible imitar un pacto puntual sobre un tema puntual como el de la legislatura constituyente.

Señorías, por favor, piensen que, por primera vez, son ustedes numéricamente suficientes como para que esta reforma no prospere. No importa que estemos en las antípodas en cuanto a ideologías, clase social, gustos o convicciones religiosas. Compartimos algo importante: pertenecer al único sexo que puede gestar. No dejen que disciplinas de voto o intereses espurios permitan que sean los varones los que decidan que nosotras no podemos decidir. Es nuestro cuerpo; debe ser nuestra decisión. Ni nos pueden obligar a abortar si queremos ser madres ni nos pueden obligar a serlo si no queremos. Es significativo que para tomar una decisión tan importante hayamos de estar sometidas a tutela. Ser libre es tener la facultad para obrar o no obrar ¿No queremos ser libres?