Qué dolor, qué dolor, qué pena, no sé cuándo vendrá, do, re, mi, do, re, fa, no sé cuándo vendrá. Así rezaría la letra de una hipotética cancioncilla entonada con fanático ardor y prietas las filas por independentistas (nacionalistas) catalanes todos los 12 de octubre -Día de la Fiesta Nacional de España (Día de la Hispanidad)- con música de aquel Mambrú se fue a la guerra que cantaban antaño los jóvenes y las jóvenas. ¿Recuerdan la melodía? Porque la canción se refiere al duque de Marlborough (de ahí lo del Mambrú español, mucho más fácil de pronunciar), John Churchill, antepasado de Winston Churchill, quien fuera Premio Nobel de Literatura y líder británico durante la Segunda Guerra Mundial para desgracia de Hitler. Y me van a perdonar ustedes dos la reseña de memoria histórica que voy a referirles, y que seguro ya sabían, porque resulta que la canción de marras nació tras la supuesta muerte del duque de Marlborough en la batalla de Malplaquet en la que se enfrentaron los ejércitos de Inglaterra y Francia en el marco de la Guerra de Sucesión Española, no de secesión, por más que Mas quiera confundir la Historia. Ya decía el propio Churchill aquello de «La historia será amable conmigo porque tengo intención de escribirla».

El nacionalismo catalán -el independentismo, para qué engañarnos- no para de ver ataques de España contra Cataluña; no para de denunciar supuestos insultos y agresiones de España y los españoles contra la inerme Cataluña desde que Mambrú se fue a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena. De ahí que no paren de exigir la independencia que, según ellos y ellas, perdieron el 11 de septiembre de 1714 cuando se rindieron a las tropas de Felipe V de Francia tras haber sido abandonados por las tropas del archiduque Carlos de Austria. Como habrán podido ver, avezadas lectoras, pura guerra de secesión y de independencia: el Imperio Austriaco dirigido por la codiciosa Inglaterra (hasta que los traicionó), contra el Borbón francés. Catalanismo de pura cepa. Qué dolor, qué dolor, qué pena.

Por eso se comprenden los piropos que el «artista» Albert Pla le dedica a España y a los españoles en una entrevista al periódico La Nueva España días antes de representar en Gijón su obra Manifestación. Lean y vean: «A mí siempre me ha dado asco ser español, como espero que a todo el mundo»; «Me gustaría que en Gijón se estudiara catalán por cojones»; «¿Quién quiere ser español?». Yo quiero ser español, Alberto, y no me da ningún asco, todo lo contrario; como nunca me ha dado asco Cataluña. ¿De dónde provienen los insultos, Mas; de dónde las agresiones verbales; de dónde la intransigencia; de dónde la intolerancia; de dónde el totalitarismo excluyente; de dónde la discriminación; de dónde las imposiciones, Mas? Sé bien lo que contestarían los nacionalistas catalanes, no necesito preguntarlo, por eso me interesa mucho más lo que contesten los socialistas catalanes, aquellos cuyos padres vinieron de Andalucía, de Extremadura, de Murcia, cuando el PSC era también el PSOE. ¿Qué contestan ahora, Rubalcaba? ¿También les da asco ser españoles? Andaluces, murcianos, extremeños, gallegos, castellanos, aragoneses? ¿Asco de ser español?

En cualquier caso, Mas, y además del victimismo nacionalista, ¿también estamos hablando de la Cataluña del tres por ciento?; ¿de la Cataluña de los Pujol y sus negocios?; ¿del escándalo del caso Palau por el que la sede de Convergencia está embargada y que ni CiU ni ERC quieren debatir en el Parlamento?; ¿del caso «Clotilde» y la mafia rusa por el que está imputado Xavier Crespo, diputado de CiU?; ¿del caso de las ITV por el que está imputado Oriol Pujol?; ¿de esa insoportable corrupción y venalidad que ha infectado hasta la médula el tejido político catalán? ¿Estamos hablando también de esa Cataluña, Mas? ¿Se lo está contando usted a Europa como ejemplo de la Cataluña modélica, para demostrar la persecución española contra Cataluña, Mas?

¿O quizá estamos hablando de la muy grande preocupación por parte de la inversión extranjera, de las deslocalizaciones masivas de empresas y puestos de trabajo en caso de una Cataluña independiente, como dijo el presidente de la Cámara de Comercio de EE UU en España, el catalán -sí, catalán- Jaume Malet? ¿O que la independencia de Cataluña es imposible; o que cerca del 75% de los que viven en Cataluña se sienten «tan catalanes como españoles», según el empresario catalán -sí, catalán- José Manuel Lara? ¿Estamos hablando también de todo eso, Mas? ¿O nada más se habla del discurso independentista catalán, de los temas que a ellos les interesan ocultando los demás temas? Como habíamos citado al principio del artículo a Winston Churchill, cuyo antepasado Mambrú se fue a la guerra, refrescaré sus palabras: «Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema»? qué dolor, qué dolor, qué pena, añado yo con permiso de Mambrú.