Con poco más de las once de la mañana del miércoles y suena el teléfono de mi casa. Nada más descolgar oigo: «Nena, eso que han hecho esas chicas en el Congreso de desnudarse a mí no me parece bien. Es un escándalo». Es mi madre, que ha visto la protesta de las tres activistas de Femen en el Congreso de los Diputados y se ha alterado. Mi madre es una mujer católica, creyente y practicante, pero que no entiende ni comparte las posiciones de la jerarquía eclesiástica en muchas cuestiones. Y una de esas cuestiones es el aborto. Considera que es una decisión tan íntima de cada mujer que le resulta incomprensible que nadie pueda decidir en su lugar. Entiende que las mujeres no pueden tolerar esas intromisiones y apoya, en ese sentido, las posturas que se oponen a la contrarreforma de la ley vigente que abandera el ministro de (In)Justicia. Pero las formas le han molestado. Eso, generacionalmente, y viniendo de una persona tradicional como mi madre, lo puedo entender, aunque no lo comparto.

Pero nuestra conversación giró poco en torno a la forma de la protesta, y fuimos directas al tema de fondo, no sólo respecto de esa amenaza de recorte absolutamente ideológico, sino también de todas las reformas que se están imponiendo desde este (des)Gobierno y su rodillo parlamentario. Y en eso sí coincidimos plenamente mi madre y yo: lo verdaderamente escandaloso es la situación en que este (des)Gobierno está dejando a la población en general y a las mujeres, en particular. Escándalo es que el terrorismo machista haya asesinado a más de cuarenta mujeres y que ni los poderes públicos ni la sociedad en general se escandalicen por ello. Escándalo es que el Código Penal que quieren aprobar permita que la violencia machista no se llame por su nombre, invisibilizando más esta epidemia. Escándalo es que los recortes en sanidad lleguen al punto de aplazar las pruebas de detección precoz del cáncer de mama e imponer el copago en los tratamientos por enfermedades graves como el cáncer o la hepatitis. Escándalo es que se hayan cargado la poquísima ayuda a la dependencia y que sean las mujeres las que sigan apechugando. Escándalo es que pretendan financiar a colegios que segregan por sexos. Escándalo es que haya que estudiar religión pero no los valores para una convivencia pacífica y respetuosa de la dignidad humana. Escándalo es que recorten pensiones y salarios sobre los ya más bajos que cobran las mujeres. Escándalo es que haya madres que no pueden alimentar a sus criaturas, por más que se les llene la boca erigiéndose en protectores de la maternidad. Eso sí, y más, sí son escándalos. No desviemos el foco.