La historia de Cataluña se divide en dos grandes épocas: la de la Cataluña medieval, que en realidad perdura hasta 1716, y la moderna, que abarca desde esa fecha hasta nuestros días. La Cataluña medieval describió una trayectoria ascendente que, a partir de mediados del siglo XV, capotó en una larga decadencia. Cataluña, y la Corona de Aragón en general, tuvieron la mala fortuna de entrar en la Edad Moderna acosadas por dos potencias formidables: por una parte, Francia, deseosa de crecer hacia el sur. Por otra, un imperio turco en expansión casi irresistible hacia occidente. La unión dinástica con Castilla fue consecuencia tanto de la debilidad de la Corona de Aragón ante esa doble amenaza, como de la fortaleza castellana, única potencia que parecía estar en condiciones de defender los intereses estratégicos del imperio mediterráneo que la citada corona había logrado ensamblar en la Baja Edad Media. Esa unión dinástica no restauró del todo la vieja vitalidad catalana, aunque sí fue capaz de preservar durante varios siglos la mayor parte de aquel imperio.

Los catalanes que sienten que Cataluña ha sido históricamente maltratada por España, harían bien en imaginar qué habría sido de su país si en 1641 la Monarquía hispánica se hubiera desentendido de la suerte del Principado, dejándolo en su totalidad en manos de Francia „de un Luis XIII proclamado por las propias instituciones catalanas como conde de Barcelona y soberano de Cataluña„. De haber aceptado Felipe IV ese «ejercicio de autodeterminación» virtualmente suicida, ¿qué quedaría hoy de Cataluña?

Pero vayamos al origen de la Cataluña moderna, que fue la doble derrota de 1714-1716 (militar la primera, legal la segunda). La pseudo-historia nacionalista nos ha informado ad nauseam de que esa derrota fue terrible para Cataluña. Y sin embargo, es justamente después de ella cuando comienza el vigoroso despegue moderno del Principado, que cuadruplicó de largo su población durante el siglo y medio siguiente (no ha habido en toda España caso más contundente de explosión demográfica moderna). Parece raro, ¿no? En realidad la terrible derrota de 1714 fue el punto de partida de una muy provechosa integración de Cataluña en una España todavía imperial, en la que los catalanes retomaron el testigo del desarrollo económico y social, perdido tres siglos antes, y convirtieron su región en el principal referente de la modernidad en España.

Fue la integración exitosa de Cataluña en España a partir de 1716, y no otra cosa, la que creó la Cataluña moderna. Una Cataluña que, desde entonces, no ha hecho sino consolidarse como una de las regiones punteras de España y de Europa. Considérese solo un dato: en 2007 „y a pesar del supuesto expolio fiscal que algunos siguen empeñados en vendernos„ la renta per cápita de Cataluña era el 120 % de la renta de la Unión Europea; superior a la de Alemania, que solo llegaba al 116%. Para tratarse de un país secularmente expoliado y maltratado por España, no está nada mal?