De un tiempo a esta parte sigo con interés las noticias que surgen sobre la incorporación de oferta de restauración al Mercado Central de Alicante, por lo que quiero aportar al debate mi punto de vista.

Es obvio que el Mercado Central necesita una mano de pintura, una rotulación decente, más luz natural y ampliar sus horarios.

Sobre todo necesita ampliar sus horarios hasta las nueve de la noche e incluso no cerrar a medio día, que es la única manera efectiva de recuperar cuota de mercado y de ampliar su público objetivo a los jóvenes trabajadores. No tener ese horario es regalar clientes a las grandes cadenas de distribución. Los alicantinos vamos al Mercado Central a hacer una compra de calidad y variedad que sólo encontramos en él, pero pocas veces vamos, porque la mayoría sólo podemos ir los sábados por la mañana.

Hasta aquí estoy de acuerdo con el estudio de Pateco que se publicó en este diario, coincido incluso en que debe abrirse a la venta por internet y contar con una buena bodega, puede que incluso un buen bar o dos, aunque cualquier medida adicional es realmente un adorno de la ampliación de horarios.

Sin embargo, desde el respeto a las iniciativas que intentan impulsar a la ciudad al dinamismo, debo decir que considero que ese estudio se equivoca en una cosa: una excesiva «terciarización» del Mercado Central, incorporando puestos de tapas, vinos, etcétera, no es adecuada ni para el propio Mercado ni para la ciudad. Y ello por varias causas:

Primera, porque las soluciones urbanas no son aplicables de forma sencilla a entornos diferentes de los originales. En concreto, la solución de los mercados madrileños de San Miguel y San Antón, paradigmas de la conversión de marcados decadentes en rutas de tapas gourmet, no es fácilmente importable a Alicante, y requiere analizar el contexto y las dinámicas de las instalaciones, la original y la que se plantea rediseñar.

Los mercados madrileños se encontraban en un estado de decadencia que no se corresponden con el estado de nuestro mercado y están situados en entornos concretos que facilitaron su cambio de enfoque hacia un servicio de hostelería -la Plaza Mayor de Madrid y Chueca- dando como resultado un abandono casi total de la función de abastecimiento.

Segunda, el Mercado huele, sabe y se siente como un lugar de compra de alimentación, como un mercado que está vivo, y eso no cuadra con la idea de los mercados-restaurante que se quiere importar. Los mercados madrileños de San Miguel y San Antón no huelen a mercado, sino a restaurante, porque la actividad de restauración ha devorado a la venta de alimentación o la ha desplazado a otros lugares. No se ve a casi nadie hacer la compra allí, sólo comer.

En estos lugares la venta de alimentación se ha desplazado de esos entornos clave porque la hostelería es más rentable que la venta de alimentos y también es menos sacrificada, ya que no hay que levantarse a las cuatro de la mañana para ir a Mercamadrid.

Ese es el riesgo, que la restauración termine colonizando el Mercado Central, hasta que la oferta de venta de alimentación desaparezca, quedando sólo espacios escaparate, donde poder elegir algo que te apetezca que te cocinen allí mismo.

Entonces ya no tendremos Mercado Central sino un nuevo sitio donde dejarse ver, esa actividad tan alicantina.

Tercera razón, si la comodidad y la rentabilidad no hacen desaparecer la venta, lo harán las presiones de los nuevos restauradores residentes hacia el Ayuntamiento, porque será muy difícil ofrecer degustaciones gourmet con los aromas del Mercado corriendo libres, por lo que se presionará para confinar cada día más a los puestos de venta.

Y cuarta, si finalmente no desaparece la venta, puede verse muy afectada si la presencia de las barras de restauración termina haciendo subir el precio de los alimentos, hasta el punto de que nadie compre para llevárselo a casa, como sucede en Madrid. Y el Mercado Central de Alicante no está en la esquina de la Plaza Mayor de Madrid, no puede vivir sólo del turismo.

Estos son los riesgos de incorporar con demasiada fuerza la restauración como oferta turística en el Mercado Central, por lo que el Ayuntamiento no debe olvidar su propio objetivo declarado, impulsar el uso de los mercados municipales sin que pierdan su esencia.

Además, frente a estos riesgos, hay alternativas para la creación de oferta gastronómica, que además ya están en marcha:

El apoyo a la creación de rutas y espacios gastronómicos en la ciudad, reforzándola allí donde surge, como se ha hecho con la peatonalización de parte del entorno del Mercado; controlándola allí donde se excede como se plantea para la calle Castaños y la calle San Francisco; y fomentándola en el resto de espacios, como se ha hecho con «Tapéate Alicante» o facilitando la implantación de terrazas hasta el punto de permitirse ampliar aceras para que los comercios salgan a la calle, como en Pintor Cabrera.

Junto a estas rutas, no se puede olvidar que el Mercado necesita la ampliación de horario, una mano de pintura y más luz natural. Y algo de restauración, pero incorporada con mucho cuidado, no de forma general.