La tutela de la Administración ha pasado de ser algo deseable -en la antigua Esparta o bajo el Imperio Romano- a convertirse en flor de manzano en enero, una desgracia de imprevisibles consecuencias. Que 700 menores -que por adversas circunstancias familiares han caído bajo la tutela del Consell-, dependan para comer del Banco de Alimentos porque la Generalitat está en quiebra técnica y no abona el dinero que debe a los centros de menores de la provincia es algo de difícil digestión. Pero el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, no está en estas cuentas esenciales (para los menores que dependen de él, claro). A él, lo que le preocupa es que los militantes del PP salgan a la calle para contestar el desgaste que el partido en el poder tiene por los casos de corrupción. Lo que ocupa a Fabra es impedir que haya un informe jurídico sobre los sobresueldos. Que los menores a su cargo no tengan para comer ni para papel higiénico no debe ser importante, puesto que se permite. Debe pensar que para algunos la vida es dura e injusta, y cuanto antes se comprenda, mejor.