El ICO ha concedido, durante el primer trimestre de 2013, un 70% menos en crédito destinado a las medianas y pequeñas empresas que en el mismo periodo del año anterior.

La gran escasez de crédito para las empresas, particularmente para las de menor tamaño, está siendo objeto de análisis y debate en las últimas semanas y ello tiene una lógica aplastante: sin crédito la economía española no volverá a la senda del crecimiento. Supongo que por ello ha llamado tanto la atención la caída del volumen de financiación que un organismo público destina a las empresas. Pero, ¿puede hacer algo más el ICO para que fluya el crédito?

La financiación del ICO a las empresas medianas y pequeñas se realiza a través de lo que el propio instituto denomina "banca de mediación". En este tipo de operaciones, el ICO financia a otras entidades -básicamente bancos y cajas- para que estas, a su vez, faciliten financiación en unas condiciones de plazo, finalidad, tipo de interés, etc., que predetermina el propio Instituto, a las empresas.

Podríamos preguntarnos si es esta la única forma en la que el ICO puede financiar a los autónomos, las pequeñas y las medianas empresas. La respuesta es que, en las condiciones actuales, no existe alternativa; el Instituto tiene exclusivamente una oficina en Madrid y unos recursos humanos que apenas superan las trescientas personas, para un balance que rebasa los 100.000 millones de euros, por lo que le resultaría imposible estudiar y tramitar centenares de miles de operaciones de empresas a lo largo y ancho de todo nuestro territorio.

En definitiva, son los bancos y las cajas "mediadores" de las operaciones ICO los que han de tomar la decisión de concederlas o no, puesto que son ellos los que asumen el riesgo de crédito frente al deudor. En otras palabras, no es el ICO quien está financiando en menor medida a las empresas, sino que son las entidades bancarias que "colaboran" con el mismo.

Si en el pasado las entidades mediadoras no han actuado así, ¿qué está pasando en la actualidad? En mi opinión, las entidades del sistema bancario español, al contrario que en la década de la "borrachera", tienen una alta aversión al riesgo, lo que se ha traducido en una clara restricción del crédito. Con carácter bastante general, las entidades bancarias solamente conceden préstamos a empresas que ya son clientes, a las que conocen sobradamente y que se encuentran en una situación económico/financiera muy sólida; en otro caso, ante la más mínima duda, no la conceden.

Algunos plantean que, para que fluya el crédito procedente del ICO, el Estado debería avalar las operaciones. Si así fuera, efectivamente las entidades bancarias concederían las operaciones, eso sí, sin estudiarlas, porque nada tienen que perder, pero se estarían introduciendo incentivos perversos, el coste público final sería elevadísimo y peor el remedio que la enfermedad.

Nuestro sistema bancario sigue con un alto nivel de endeudamiento frente al resto del mundo y, además, por mucho que algunos se empeñen en hablar de que está totalmente saneado, es evidente que algunos siguen poniendo en cuestión bien su solvencia, bien la adecuación de su nivel de saneamientos a la calidad real de sus activos. Y ello implica, incluso, a los más grandes, según hemos podido conocer recientemente por filtraciones del propio supervisor, por lo que no cabe descartar que, de no mejorar la coyuntura económica, sean necesarios nuevos saneamientos y nuevos requerimientos capital. A este respecto cabe recordar que un mayor volumen de crédito exigiría un mayor volumen de capital principal. Por todo esto la banca actúa como actúa.

En definitiva, creo que no cabe esperar, a corto plazo, que el crédito fluya y, desde luego, para que lo haga, lo que menos se necesita es que el FROB (en último término el Ministerio de Economía y Competitividad), al tiempo que predica austeridad, gaste dinero público en una campaña de publicidad para "darnos las gracias" por haber saneado "entre todos" el sistema bancario y, a cambio, pedir a las entidades de dicho sistema que concedan préstamos a las empresas.

Por otra parte, no deja de ser paradójico que quienes dicen que el origen de todo lo que nos pasa está en haber gastado lo que no teníamos, pidan ahora que el crédito fluya, porque el crédito sirve, precisamente, para gastar lo que no se tiene. Es eso lo que da sentido a la existencia de la banca y de otros mercados financieros, y aunque, hoy, con razón, tengamos una visión lamentable del papel que han jugado y de las consecuencias que ha producido, lo cierto es que históricamente el papel de la banca ha sido esencial para no permanecer en la edad de piedra.

La solución vendrá, exclusivamente, cuando cambien las expectativas -y las políticas- de todos los agentes que intervienen en la economía; para empezar, las del propio sector público. No estaría mal que quienes gobiernan nuestro destino económico, fuera y dentro de nuestro país, además de lamentarse por sus errores de cálculo, perdieran un poco de su tiempo leyendo -y aplicando sus recetas- a gente tan poco sospechosa, como los Nobel Stiglizt y Krugman, en lugar de doblarnos la ración de ricino. De lo contrario, para cuando se haya superado esta depresión muchos estaremos calvos.