No creemos descubrir nada si manifestamos a modo de aforismo que Alicante, como provincia y ciudad, se encuentra inmersa en una decadencia generalizada, con el agravante añadido de ser relativamente creciente con el paso del tiempo, lo que no quiere decir que no hayan mejorado sus indicadores sociales en términos absolutos, puesto que nadie se muere en la actualidad en ella de un "cólico miserere".

La decadencia alicantina a la que nos referimos, que comenzó siendo sutil y ahora con la crisis parece desbocada, tiene que encuadrarse y analizarse, en clave relativa, con el entorno nacional y autonómico donde para su suerte o su desgracia se halla ubicada, sin que hayan dicho y ni estén diciendo esta boca es mía las fuerzas vivas del lugar (políticos, empresarios, universitarios, etcétera), porque visto lo que se ve, creo que están mucho más moribundas que vivas.

Sin retroceder en los tiempos lejanos de la historia, para no meternos en el jardín de la visible decadencia que le corresponde por formar parte de una Europa y una civilización en franco retroceso, la decadencia alicantina empezó a gestarse en el instante que se la hizo partícipe de una autonomía cuyo nombre coincide y se mezcla con el nombre de una ciudad, que para más "inri marinero" es su capital, y en la cual, todos los intereses se tergiversan y confunden con el dichoso valencianismo, sin que sepamos discernir cuáles son los intereses autonómicos y cuáles los capitalinos; situación confusa hábilmente utilizada por Valencia para arrimar el ascua a su sardina con la aquiescencia resignada y cobarde de nuestras fuerzas vivas, más preocupadas en mantener su estatus que en defender al ciudadano al que se deben, o deberían deberse.

Y no me digan que esto no es así, porque cualquier ciego, aunque no vea, lo ve porque lo siente; y los mudos, que somos todos, también.

Somos de los que pensamos que el sistema autonómico que nos hemos dado es profundamente desigual, incluso en el interior de sus territorios, y se mire por donde se mire, resulta insostenible tal y como se encuentra concebido y tal y como se está desarrollando en beneficio de los más chillones; y no sé por qué nos da en la nariz, que acabará reventando tarde o temprano, sin que sepamos exactamente el cómo lo hará ni dónde nos llevará.

En una España que de por sí es asimétrica, puesto que tiene zonas geográfica, sociológica y económicamente muy diferenciadas entre sí, necesitamos un Gobierno central con las ideas muy claras, limpio e inteligente, capaz de imponer una distribución solidaria de las riquezas que se generan en toda la nación, conteniendo los intereses egoístas de unos y otros, en beneficio a largo plazo de todos; pero ese Gobierno, lamentablemente, parece no existir, como tampoco existió anteriormente.

La asimetría nacional que hemos mencionado, añadida a la asimetría que también impera en nuestra autonomía, puede que sea el foco principal de la decadencia alicantina.

Carecemos de una sociedad civil participativa y dinámica, que huya de sectarismos, de políticas baratas de segunda fila y de egoísmos localistas particulares, que la lideren unos buenos servidores públicos bien pagados (políticos y funcionarios), que deberían trabajar con inteligencia y dedicación dejándose la piel, limando todas las asimetrías que nos perjudican, pero: ¿lo hacen, o se dejan ningunear para no poner en peligro sus intereses partidistas y privilegios personales?

Sin ir más lejos, ahora que está el tema en el candelero: ¿alguien en su sano juicio, técnica y económicamente puede justificar el trazado y rodeo que da el AVE que viene de Madrid a Alicante, porque el señor Bono descubrió de repente, que el camino más corto entre dos puntos no era la recta, sino la curva y que todos los caminos conducen a Roma pasando por Cuenca, sin que nadie en Valencia y Alicante diera un puñetazo encima de la mesa? El AVE a Alicante tarda lo que tarda, porque se trazó a espaldas de los alicantinos y porque los valencianos de Valencia, miraron para otro lado, pues sus intereses estaban custodiados y en otra parte. ¿Y ahora qué? ¿Es esto decadencia?

¿Y qué me dicen ustedes de la pobre estación que se ha construido, cuya provisionalidad se eternizará en el tiempo, convertida en una especie de microondas barato? Y no podemos olvidar, posiblemente abandonado también en una eterna provisionalidad, el caos que se ha generado entre los bordes de la ciudad y la plataforma de las vías. ¿Qué va a ocurrir con el ámbito de influencia de la nueva estación? ¿Va a seguir como está? ¿Alguna de nuestras fuerzas vivas con capacidad operativa, ha dicho esta boca es mía, que no sea para darse parabienes sobre un hecho que, siendo bueno en sí mismo, podría haber sido infinitamente mejor? ¿Quedará todo como ocurrió con la autopista a Madrid, cuyo trazado inicial fue modificado para ir por la de Valencia, ignorando el camino más corto y más económico? ¿No es todo esto un ejemplo claro de decadencia porque la cuarta provincia de España no dijo lo que tenía que decir, y delegó su defensa en una autonomía, que una vez más hizo mutis por el foro de Valencia, dando la espalda a Alicante?

Unos planes estratégicos que eran puros brindis al sol, elaborados simplemente para ocupar páginas en los periódicos; un centro logístico provincial olvidado; un puerto sin rumbo alguno y maltratado por unas plataformas que dicen que "hay que salvarlo" y que cada vez que se manifiestan lo matan un poco más; un TRAM abandonado a su suerte; un colegio Manjón que necesita menos de un millón, para que los chiquillos puedan dejar los contenedores provisionales donde se encuentran y no pueden hacerlo, porque se necesitan millones para cubrir los déficits de los fastos en que se ha especializado nuestra Comunitat. ¿No es esto decadencia?

Y podemos seguir añadiendo a la cesta más cosas sin parar: una Universidad sobredimensionada (facultades duplicadas y cuadruplicadas) y sin recursos, dejada de la mano de Dios y hecha un lío con el plan Bolonia; una Administración donde sus miembros parecen no haberse enterado de la crisis en la que estamos inmersos y actúan como si no les afectase; una agricultura sin protección y sin agua, con un Júcar insolidario y con el trasvase del Tajo en peligro a poco que la señora De Cospedal se faje un poco más y nos deje KO a nuestro presidente, más atareado en poner orden en su gallinero particular en Valencia que en cuidar y proteger a los alicantinos, etcétera, etcétera.

¿No es esto decadencia? Pues si no lo es, no tenemos nada que decir y pedimos perdón por equivocarnos, pero si tenemos razón, debemos plantarnos de una vez, ponernos las pilas y trabajar todos con realismo, pensando siempre en el futuro de los ciudadanos de esta provincia, para intentar salir de esta situación de decadencia, que nos está llevando a una ruina lenta pero inexorable.

¥ Es autor también de este artículo Andrés Fco. Rico Mora, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.