El Banco Sabadell, que compró la CAM por un euro, ha decidido, presuntamente, abandonar el patrocinio del Museo Arqueológico de Alicante. Ya no está dispuesto, dicen sus mandamases, a poner ni un euro en la programación de uno de los centros culturales más importantes del País Valenciano y de un prestigio reconocido internacionalmente. Al parecer, y según rumores insistentes, algo similar pasará con su parte en el Teatro Principal alicantino.

La nueva entidad catalana seguirá apostando por pagar cuantiosas cantidades a los contertulios de esa especie de debate socio económico que protagonizan o protagonizaron personajes como Pep Guardiola, Loquillo, Luz Casal, Geraldine Chaplin, Fernando Trueba, Inocencio Arias, Lusi Enrique o Luis Figo bajo el título de Conversaciones sobre el futuro. El futuro ¿de quién? También, seguro estoy, gastando auténticas millonadas en patrocinar el torneo de Tenis Conde de Godó, donde además de sufragar el costoso evento deportivo se invita a múltiples personalidades de la vida pública española a gastos pagados en Barcelona.

Uno, sumido en la ignorancia económica que le embarga, especialmente desde que la crisis se ha apoderado de muchos y muchas haciéndoles enflaquecer sus finanzas pero que, curiosamente, ha engordado las arcas de algunas entidades bancarias, entre ellas las del Sabadell, no comprende el rasero de medir que los nuevos gerifaltes de la antigua CAM, la nuestra, la de siempre, han adoptado con los impositores de esta ciudad. Es cierto que en nuestros pecados, especialmente en confiar la gestión de la CAM a personajes deleznables que miraron por sus intereses propios antes que los ajenos, nos han llevado a la melancolía por aquel tiempo pasado que ya nunca más será. Pero, por eso mismo, desearíamos que la melancolía no se troque en desesperanza si la decisión del Sabadell se hace realmente efectiva. Que esperamos que no.

Alicante, por lo menos muchos alicantinos y alicantinas entre los que me encuentro y puedo asegurar que muchos se sentirían dispuestos a hacerlo público también, no deberíamos consentir, sí consentir, que nuestros ahorros sirvan para sufragar unas actividades, tan dignas como otras, pero que limiten hasta el fin la programación de dos contenedores culturales de reconocido prestigio y favor en la capital.

En mi condición de patrono de la Fundación del Museo Arqueológico (MARQ), de impositor de SabadellCAM, de pequeñísimo accionista de esa entidad catalana desde hace muchos años, y de alicantino que cree que la fidelidad hacia unas siglas bancarias también tiene su límite (bastante más, estoy seguro, de lo que los actuales directivos de la entidad catalana imaginaban), espero y deseo que la errónea decisión de eliminar la ayuda al MARQ (y probablemente al Teatro Principal) sea reconsiderada y que, por una sola vez, las entidades bancarias dejen de pensar solamente en términos de rentabilidad económica y se acuerden de que un pueblo sin cultura es un pueblo vencido. Y los arrinconados son capaces de cualquier cosa por defender lo que consideran justo y necesario, especialmente con su dinero. Con su dinero.

Como no me gusta acabar este artículo o grito desgarrado, lo que sea, pareciendo amenazador (nada más lejos de las posibilidades de este humilde escribiente) quiero finalizar con una anécdota, política claro, que puede interpretarse, tal vez, desde dos ángulos distintos, el de los alicantinos seriamente preocupados por el abandono de la entidad bancaria de dos realidades emblemáticas para Alicante, o desde el otro: En 1922, el premier británico y liberal Lloyd George tuvo que abandonar el poder tras ser arrasado en las urnas por los conservadores. Winston Churchill, ministro hasta entonces, estaba recién operado de apendicitis y no obtuvo su escaño. Al preguntarle los periodistas como se sentía exclamó: "Me siento mal: sin cartera, sin cargo, sin escaño, sin partido y sin apéndiceÉ". Pues eso.