Se acerca el segundo aniversario del nacimiento del movimiento 15M. Durante estos dos años han sido infinidad las veces en que en pleno diálogo alguien ha terminado haciéndome la misma afirmación: "El 15M no ha valido para nada". La mayoría de las ocasiones esta afirmación proviene de personas que han visto todo lo relativo al movimiento únicamente desde fuera, que nunca han estado en una asamblea ni han pasado por una acampada ni han leído un manifiesto, sin que esa circunstancia les impida tener una opinión firmemente formada al respecto. Estas personas suelen hablar del movimiento con recelo y, por qué no decirlo, algo de superioridad. Como siempre les digo, para afirmar eso hay que estar muy ciego. No me importa reconocer que en mayo de 2011, aun sin estar demasiado convencido (todo era muy nuevo y siempre es conveniente tomarse un tiempo para reflexionar) fui de los que defendí que el 15M tenía que derivar en algún proyecto político. No necesariamente creando un partido como tal, pero sí al menos intentando acordar la inclusión de las propuestas del movimiento en el programa de algún partido que estuviera dispuesto a englobar a los "indignados" bajo sus siglas (en su momento pensé en Equo como uno de los posibles candidatos); una vez conseguido este objetivo, se trataría de animar a quienes nos identificamos con el 15M a optar por la misma opción electoral. Esa oportunidad se perdió, aunque en su momento discutí mucho con los partidarios de la "horizontalidad" y el apartidismo, y entiendo perfectamente sus razones. La principal, en mi opinión, es el miedo perfectamente comprensible a convertirse en lo que tanto les (nos) asquea. Otro argumento muy repetido es que sin líderes es más difícil atacar al movimiento. Aun así, sigo creyendo que dejamos pasar un gran momento. El capitalismo salvaje es como el malo de Terminator 2: si no se acaba con él cuando se tiene la oportunidad, se recompone y reanuda sus recurrentes ciclos destructivos. Pero decir que no ha servido de nadaÉ El 15M ha traído nada menos que el despertar de una gran parte de la ciudadanía contra los privilegios políticos y la extendida corrupción reinante. Y también ha servido para que los medios se vayan atreviendo a destapar las miserias generalizadas del sistema. Hasta el 15 de mayo de 2011, eran muy pocos los que ponían el dedo en la llaga putrefacta de nuestra clase política. Aparte de honrosas excepciones como la de Pérez-Reverte, que nos lleva avisando periódicamente desde hace 20 años, sólo estaban los de siempre: los que critican los desmanes políticos cuando se dan en la acera de enfrente, pero los justifican o encubren cuando tienen lugar en la propia.

La misma fuerza del movimiento ha provocado su emulación, se ha plantado en el mismo corazón de Londres, de Nueva York, ha sido el germen de la llamada "primavera árabe"É Mostrándonos a los españoles por una vez como líderes en algo que no sea el consumo de cocaína.

Por último, estoy convencido de que las "mareas" contra los recortes o asociaciones tan necesarias como la PAH no hubieran existido de no ser por aquella primera chispa que hizo prender la pólvora que los ciudadanos llevábamos dentro. El 15M fue y es la rabia de quien se ha cansado de dejarse ordeñar impunemente para sólo recibir a cambio la posibilidad de elegir, cada cuatro años, quién de entre dos pastores demasiado parecidos va a quedarse con su lana. El 15M es el grito de los corderos.