Lo que pasa con la Línea 2 del tranvía Alicante-San Vicente es un disparate de calibre semejante al del aeropuerto de Castellón. Allí hay un aeródromo sin aviones; aquí, unos raíles construidos por más de 100 millones y 14 trenes, con un coste de 45 millones, a los que no se da uso alguno. ¿Por qué? No se sabe con certeza y la consellera de Infraestructuras, Isabel Bonig, a la que entre todos pagamos su excelente sueldo, no cree que deba explicación racional alguna, ya que lleva dos años dando largas con argumentos inclasificables y peregrinos. La consellera hace tiempo que hizo callo en este vergonzante despilfarro sin que se le vea capacidad para resolverlo. Nada más lejos de su intención, que no parece otra que la de seguir entreteniéndonos un año más, ya que vuelve a abrir un concurso público para gestionar la línea, cuando hace unos meses declaró el trámite desierto pese a contar con la oferta de un grupo empresarial. Y todo para no admitir que el Consell está sin blanca, que la Línea 2 es deficitaria y que su conselleria erró al afirmar que era rentable. Así no tiene que dimitir. ¡Ay, Isabel!