Anda luchando la Fundación Turismo de Benidorm por captar financiación de empresas privadas, cuantas más mejor, y todo el mundo la elogia por ese empeño: en la promoción turística, en la búsqueda de nuevos mercados, se juega esta ciudad la vida. Pero eso es una cosa y otra bien distinta abrir el champán porque la concesionaria que más cobra del Ayuntamiento vaya a aportar a la Fundación diez mil euros anuales; máxime, cuando existe una auditoría externa que asegura que la empresa incumple el 30% de los servicios a los que está obligada y que le supondrían a la mercantil ahorros millonarios de la cantidad que percibe de las arcas municipales; y máxime cuando el gobierno local se limita a "negociar" con la compañía sin que se sepa si le ha reclamado por esas presuntas prestaciones incumplidas. Y esta reflexión -que nada tiene contra el sector turístico sino todo lo contrario- es la que debe hacerse. El control del dinero público es sagrado.