Es posible que se hayan enterado de que el pepé está intentando cerrar la lista autonómica y la municipal de Alicante. No se alarmen, siguen sin cerrarse. Y lo que es más grande: de momento, no hay muertos. Medio respiran todos. No se crean que es poco. Con lo que han venido endilgándose durante cuatro años, cualquier mortal estaría para sopita y buen vino. Pero no son humanos con perdón de las fieras. Cuando parecía a punto de certificarse la esquela del zaplanismo, quietos paraos. Su caudillo no es que vuele muy alto porque anda justo de carburante, pero lo hace en «jet» privado. Se ha acostumbrado, le gusta y, quien pretenda empujarlo hacia un tránsito de vuelos baratos, va a tener que sudar la gota gorda. La están sudando. En algún que otro caso parece como si le sudaran la institución que presiden y, sin embargo, en ese otro terreno no hay reservas. Horas y horas de aquí para allá con el único objetivo de volver a gobernar para todos aunque, a poder ser, sin unos pocos. No se lo van a creer pero a lo largo de estas últimas jornadas de fuego cruzado me he encontrado a un moderado. Ya he dicho que no se lo iban a creer porque, dado el grado de beligerancia alcanzado, parece increíble que sobreviva. A día de hoy, sobreviven todos. Incluso el moderado. De aquella manera y abocados a negociar como toda la vida pese a admitir que lo de esta legislatura no es vida. El tremendo pulso zaplanista en las instituciones y fuera de ellas ha logrado que Camps demuestre que hasta tiene sangre. «En cierta forma debería estarnos agradecidos», deslizan algunos de los nombres más significados del pepé ali- cantino que durante años han partido el bacalao y que ahora se debaten en la zozobra de ignorar su destino. La gran tranquilidad hoy para ellos es que el servicio está ahí. Al fondo a la derecha.