Puercoespín Africano -Hystrix Cristata-. De unos 60 cm de largo y 25 de altura, pueden llegar a pesar más de 15 kg. Su característica más llamativa son sus largas y afiladas púas. Procede de África, aunque actualmente existen ejemplares viviendo en libertad en el sur de Italia y en Asia, seguramente introducidos hace siglos por los romanos durante su imperio.

Diciembre de 2009. Playa de Punta Cires. Marruecos. Una de la madrugada.

Una lancha en la orilla es cargada a toda prisa. Decenas de cajas y jaulas se depositan sobre la misma.

Minutos más tarde la embarcación arranca motores y las hélices comienzan a cortar el agua. La noche cubre el cielo. El viento frío hiela la respiración.

Catorce kilómetros y medio les separan de su destino: España.

Uno de ellos comprueba el cargamento: droga, tabaco de contrabando y varias jaulas con pequeñas crías de puercoespines. "¿Quién querrá eso?", se pregunta en voz alta. "¡Estate atento!", le dice el compañero. "Ya sabes lo que tienes que hacer. Si ves la patrullera, lo tiras todo al mar. Las pruebas tienen que ser destruidas".

Los animales, apiñados unos sobre otros, se protegen del frío y del miedo.

Poco saben de todos los que cada año mueren ahogados en el fondo del mar atrapados en sus propias jaulas. Finalmente, llegan a Tarifa. Fin del viaje.

Varias personas les esperan para descargar el alijo. Todo llega vendido. La droga viaja a Madrid. El tabaco se queda en el sur. Los puercoespines, para Alicante, Valencia y Murcia.

Las reservas de animales realizadas por internet han sido convenientemente atendidas.

Uno de los puercoespines ha sido comprado por una familia de Altea. Un chalet adosado será su próximo hogar.

"¡Nueva vida!", debieron pensar sus dueños. Adiós a su familia. Ningún contacto con otros animales como él. Cambio de paisaje. Cambio de costumbres: Vivirá de día pese a ser un animal nocturno. Para comer: pienso de gato, aunque sea herbívoro. Y responderá a un nombre: "Pincho". Y "Pincho" se acostumbró a ser una mascota. Atendía a la llamada de sus dueños, aprendió a comer lo que le daban y a que su vida transcurriera en los diez metros cuadrados escasos que medía el patio en el que vivía. Pero nada podía hacer contra su naturaleza. Sus pinchos eran cada vez más largos y por la noche había descubierto cómo escapar de su encierro a través de un pequeño agujero. Así que pronto comenzaron a aparecer coches pinchados por sus púas y algún que otro perro que también se llevaba alguna cuando intentaba atacarle.

Un día alguien denunció a sus dueños. El animal fue retirado y ellos sancionados.

Ahora "Pincho" vive en el Centro de Rescate de Animales Salvajes de Alicante, en el Arca de Noé. Desgraciadamente no podrá jamás volver a vivir en libertad. Posee el peor defecto para ello. Es amigo de su peor enemigo: el hombre.