Hace unos días, acudimos a un funeral en la Iglesia de Sant Jaume i Santa Ana, de nuestra ciudad, de Benidorm. Al volver de dar el pésame a la familia, miramos hacia el coro. Ante nuestros ojos, apareció un tinglado de madera y metales que compondrá el nuevo órgano de la Iglesia Parroquial. Un órgano que, cuando esté totalmente instalado, aportará la música sacra a los actos litúrgicos de la parroquia.

Al salir a la calle, el comentario de todos era unánime: No es el momento para este órgano. Y después leímos en los medios de comunicación que el instrumento armónico va a costar más de trescientos mil euros, que han sido recogidos a través de una colecta popular entre los fieles. No queremos hacer demagogias ni cálculos sobre cuántas raciones podría haber repartido una organización católica como Cáritas Diocesana, a cuántos niños lograríamos haber alimentado, a cuántas familias en paro hubiésemos arrancado una sonrisa en su difícil supervivencia. Realmente, no es el momento de emplear el dinero para el sustento del alma con la música celestial, sino para mantener el cuerpo con el alimento terrenal.

Siempre hemos creído que la Iglesia Católica tiene como objetivo primordial estar al lado de los que sufren, de los que necesitan resolver sus problemas elementales, de los que no pueden pagar el alquiler o la hipoteca, de los padres que no pueden comprar los libros para su hijos, de los jubilados a los que no les alcanza la pensión, deÉ Hay tantos y tantos ciudadanos y ciudadanas de Benidorm, vecinos en nuestra misma calle, compañeros que lo eran de nuestro trabajo, que ahora están mal, que ahora no pueden, que ahora no llegan.

Por ello, querido párroco, querido Don Luis, creemos que ahora no toca el órgano. Y no queremos desilusionarle ni a usted ni a las personas que, con esfuerzo y voluntad, han ayudado a recoger esta importante cantidad de euros entre los fieles. Sabemos que lo han hecho con todo el amor a la Iglesia y a sus Patronos y, por ello, no se sientan contrariados, porque su objetivo era digno y respetable. Y ya les decimos que, seguramente, haya también otras músicas que suenan en algunas entidades y que tampoco tocan ahora, pero de eso ya hablaremos cuando toque.

Obviamente, hemos llegado tarde y la instalación del órgano será un hecho inevitable e irreversible, pero, no por ello, no debemos reflexionar sobre su oportunidad. Y también, debamos recapacitar sobre la congruencia y la oportunidad de tantas y tantas cosas superfluas que con el dinero de todos podemos malgastar, sin pensar no ya en las calamidades que históricamente vienen sufriendo los hombres y mujeres del Tercer Mundo, sino en las miserias que cada día, y en silencio, soportan muchos de los que nos cruzamos por las calles de Benidorm.

Ahora no toca, pero cuando ese órgano empiece a tocar, pedimos que cada nota que fluya de sus tubos sea un mensaje de solidaridad, sea un mensaje de reflexión y se transforme en un mensaje de ayuda a los que realmente necesitan hechos mas que sonidos. Porque ahora hay muchas personas de Benidorm que no pueden ni poner la letra a la triste música de sus vidas.