Ya hemos llegado donde teníamos que llegar. Que a esta altura de la democracia, con lo duro y difícil que ha sido consolidar los derechos y la libertades, estemos quemando banderas y entonando cánticos balbuceantes es propio de la falta de libertad. A mí me produce el mismo asco, la misma repugnancia, el que quema una bandera española como el nazi-fascista que quema una bandera catalana. Ese ejercicio fallero es propio de ignorantes malnacidos. Algo mal se habrá hecho en el sistema educativo para que alguien enganche la bandera y le pegue fuego. Ese ejercicio pirómano es la antesala del totalitarismo. Lean la historia.

Yo creo que en la escuela catalana llevan varios decenios manipulando los mensajes y segregando las ideas. Como también ha ocurrido en la escuela vasca. El mantra, la letanía, con la que se adoctrina a las nuevas generaciones es plausible. Que no le cuenten milongas. Está claro que se ha estado "vendiendo" una historia irreal y falsa de un "pueblo oprimido" por una potencia extranjera invasora, España. Y eso se ha hecho con las herramientas democráticas bien elegidas. Unos medios de comunicación amamantados, una televisión pública que habla de España como país extranjero, una escuela en la que el español se ha convertido en lengua casi exigua, unas multas cuando no se rotulaba en español, una imposibilidad a estudiar en español como lengua vehicular, unos privilegios para los que hablasen catalán aunque su curriculum fuese peorÉ

Imagínese que tiene usted un hijo. Y su hijo ha estudiado en Alicante, o en Sevilla, y tiene el mejor expediente académico de su carrera universitaria. Que es el mejor de España. Pero "sólo" habla inglés perfectamente. No habla catalán. En unas oposiciones en Cataluña no tendría ninguna opción. Ninguna. Y un catalán con una carrera universitaria se puede presentar a cualquier parte de España con las mismas opciones. ¿Por qué? Porque en esa manipulación y sectarismo en el que se ha instalado el nacionalismo, las igualdades solo se producen dentro de los territorios, siempre que hable catalán. Y el territorio no es España. Todas esas dejaciones por los partidos, que se lo hagan ver PP y PSOE, y por la sociedad civil, han ido configurando una forma de actuar doblegando la ley para su proyecto "identitario". ¿Recuerdan ustedes cuando los mandamases catalanes decían que si el Tribunal Constitucional no amparaba y aceptaba el Estatuto Catalán, se iba a aplicar igual? Todo se ha prostituido porque no se ha aceptado el Estado de Derecho. Es como si sólo se pudieran aceptar las leyes que nos convienen. Nos hemos dotado de un Estado de Derecho para que la igualdad y la justicia sean iguales en todos los territorios. La propia tensión, y el ninguneo, con la que los nacionalistas han estado construyendo un lenguaje separatista ha dado sus frutos. Ante las mentiras de que "España nos roba", "independientes seríamos más ricos" o "adeu Espanya", nos queda poco margen ideológico. El mismo que tenemos contra los quemadores de banderas. Ante las mentiras podemos articular un discurso político, pero estaremos hablando dos lenguajes distintos.

Españolizar España es una incongruencia. Como sería "europizar" Europa. Lo que hay que hacer es cumplir la ley. Cuando los nacionalistas no acatan la ley, y lo dicen abiertamente, e intentan que los demás aceptemos sus posturas como legítimas, están haciendo el mayor ejercicio de cinismo de la historia. El miedo siempre es a la libertad. En Cataluña hace mucho tiempo que la libertad en mayúsculas está perseguida. Si Albert Boadella, Arcadi Espada y tantos otros están denostados, e insultados, en su madre patria, es porque no se acepta que alguien no comulgue con la doctrina oficial. No se tolera la disensión. No se permite salirse del rosario de "Cataluña es una nación". Si criticas las barbaridades que han hecho sus gobiernos, se enfundan la barretina y te llaman anti catalanista. Ese ejercicio continuado de aislar las voces discordantes es propio de las dictaduras fascistas. El odio se ha instalado en parte del sistema educativo catalán, como se hizo en parte del País Vasco. Y eso no es fruto de la casualidad, es fruto de la bajeza moral de no respetar a los demócratas que no son nacionalistas. Ni españolazos, ni independentistas. "No hay ninguna incompatibilidad en ser catalán y español", dijo Mario Vargas Llosa en su discurso del Instituto Cervantes. Cierto, pero algunas mentes catalanas luchan porque la libertad se administre a su antojo. Si acepto la ley cuando me beneficio, pero la ignoro, o me la salto, cuando no me interesa, me queda un cuarto de hora para el totalitarismo. Libertad, pero no a la carta.