Nadie esperaba milagros. La gente se conformaba con que el tripartito de izquierdas inyectara en la sociedad alcoyana algo de alegría; con que frenara a base de gestos y de decisiones valientes ese sentimiento de decadencia que está aplastando a esta ciudad desde hace casi dos décadas. Transcurrido un año desde la toma de posesión y tras superarse los efectos de la "fogatà" de la paralización de los proyectos polémicos del PP, queda claro que no se han conseguido esos objetivos. Entre muchos de los votantes del actual gobierno municipal empieza a germinar la semilla del desencanto, empieza a detectarse la sensación de decepción con unos gestores que están mostrando una extraña inoperancia a la hora de abordar los grandes asuntos de la gestión local. De forma paralela, crece el temor resignado de que el pacto PSOE/Bloc/EU acabe convirtiéndose en un pequeño paréntesis de cuatros años entre mayorías absolutas del PP.

El entusiasmo por el cambio de color político en el Ayuntamiento se ha consumido en unos pocos meses. La celebración del primer aniversario de la toma de posesión de esta corporación es una buena ocasión para averiguar las causas de este fenómeno, un buen momento para reflexionar sobre un gobierno local que se desgasta a una velocidad de vértigo.

En honor del tripartito, hay que decir que la causa principal de su erosión escapa ampliamente de sus responsabilidades. El actual gobierno municipal ha tenido la desgracia de coger las riendas del Ayuntamiento en medio de una de las peores crisis económicas de la historia moderna. Un ayuntamiento arruinado, sin apenas aportaciones externas, es el peor de los escenarios posibles para el despegue de un nuevo proyecto político: no hay fondos para inauguraciones y lucimientos y lo que es peor, también falta el dinero para mantener los servicios más básicos. En el terreno de las miserias económicas, solo se les puede hacer un reproche a los componentes de la coalición de izquierdas: no haber preparado una estrategia para afrontar una situación que era absolutamente previsible; como previsible es también el hecho de que la gente les va a responsabilizar de los problemas que generen las apreturas presupuestarias, a pesar de que ellos no tengan la culpa. Esas injusticias entran en el sueldo.

Para explicar el otro frente de desgaste, no hay que recurrir a las justificaciones exteriores. Las divisiones internas y las luchas soterradas por parcelas de poder empiezan a convertirse en la imagen de marca del tripartito; generándose una dinámica muy peligrosa, ya que en estos tiempos de crisis general, la gente no perdona la falta de unidad. Los socialistas, pese a tener la Alcaldía, están transmitiendo a la opinión pública una preocupante imagen de debilidad, que arranca de los pésimos resultados electorales obtenidos por Toni Francés y que tiene su máxima expresión en su renuncia a áreas vitales de la gestión municipal. Por su parte, el Bloc trabaja denodadamente para aprovechar una de esas oportunidades que la política solo ofrece una vez en la vida: la de superar al PSOE en los próximos comicios y convertirse en la alternativa al PP, reproduciendo en Alcoy el modelo de Muro. Mientras tanto, la gente hace quinielas sobre cuándo va a abandonar el gobierno Esquerra Unida, escenificando así su continuado intento de presentarse en la calle como la única opción de la izquierda pata negra en Alcoy.

Aunque este panorama puede inducir al pesimismo (en plena semana de aniversario ha estallado la peor huelga de autobuses que ha sufrido Alcoy y todavía colean los ecos del desmarque del Bloc en el plan para que la Iglesia pague el IBI), el pacto de izquierdas tiene un elemento a su favor: el tiempo. Dispone de tres años y de la esperanza en una mejora de la economía para variar la tendencia y limar unas disfunciones internas que pueden ser letales en unas elecciones. En su contra, tienen a un PP en pleno proceso de rearme de la mano de Rafa Miró; un partido que en los próximos meses eliminará cualquier resto del tándem Sedano/Peralta y que no está dispuesto a repetir en los próximos comicios los errores que le llevaron a perder la Alcaldía de Alcoy, en una de las más inclasificables operaciones de suicidio político que se recuerdan en esta plaza.