Ya se va quedando corto el ramillete de referencias humanas y académicas de esta provincia nuestra. No hay sociedad que aguante esta crisis sin volver la mirada, y el oído, a aquellas personas que nos puedan ofrecer algo de luz. Una luz no tamizada por los intereses bastardos de partido o de lobby económico. Una claridad que pasa por la referencia histórica de dónde venimos, qué hemos sido y qué deberemos ser. Pocas personas en este Alicante maltrecho tienen la legitimidad moral y personal para alzar la voz y ser escuchado. Una de ellas, seguramente la más autorizada, es Don Antonio Gil Olcina.

Don Antonio no se hace mayor. O será porque yo siempre lo veo igual. Es, quizás, la admiración y el respeto que le profeso, lo que hace a este rector, perenne. No es una opinión personal, que también, es la constatación provincial de que don Antonio tiene ganado el Olimpo de los Maestros. Ese al que muy pocos pueden alcanzar. Porque requiere de las destrezas académicas -insuperables en este caso-, de las destrezas humanas -inigualables en nuestro Rector-, y de las destrezas políticas -insobornable e incorruptible como es él-.

Ser Maestro de Maestros es un título que yo otorgo. No es fruto de la casualidad, ni de la arbitrariedad, tan ajenos a nuestro personaje. Es la purita reflexión social la que me hace llegar a esa definición. Es lo que opinan las personas de esta provincia que reman en la misma dirección: la de la mejora del bienestar y de la convivencia humana. Maestro es, además, un título que no te da la Universidad, de la que él es rector para siempre, es el título que te da la sociedad en reconocimiento a la entrega sin igual a esta provincia. A sus gentes.

Lorca, tu tierra, se ha desmoronado en jirones. Llorando el quejido de un patrimonio insustituible. Y en su llanto, el de tu tierra, y el tuyo, por el amor y respeto que te tenemos, lloramos todos. Porque nada volverá a ser como fue. Como la misma historia de la que tú hiciste tu saber para transmitir los saberes. Y en esa pedagogía de la decencia académica, y de la decencia personal, radica la "titulitis" que toda la provincia te debe. No es lo mucho que tú has hecho por esta provincia, es lo mucho que te debemos en la formación de tus seguidores, de tus discípulos. Ni cayéndose el suelo de terremotos varios, acabarán con tu legado. El testamento de una legión de doctorados dispuestos a curar la enfermedad de la insolencia, el analfabetismo y la falta de cultura.

Don Antonio es la Universidad de Alicante, y es la provincia de Alicante. Este escrito dominical no hace justicia a toda una vida dedicada a los demás. Pero me hace bien a mí. Porque hablar de un Maestro, de una persona tan íntegra, de un ser tan excepcional, a todos nos hace un poco mejores. Son los espejos que esta sociedad agrietada necesita. Todos necesitamos referencias humanas y profesionales que nos devuelvan la razón de nuestra existencia. Que siempre es la de vivir para los demás. No haciendo sino aquello que hace que el ser humano avance en su progreso. Y el progreso pasa porque más "Don Antonios Gil Olcina" acampen por nuestras mentes. No es fácil. Por eso, afortunada Alicante de haber disfrutado, de disfrutar, de un Maestro. De los de antes, de los de ahora. Porque la universalidad de sus consejos y de su sabiduría no tiene fecha de caducidad.

Don Antonio tiene pendiente con Don Alfonso Puchades, y conmigo, una paella de "animales de mar", como sabiamente dijo él. Nada de animales terrestres. Bigotes y caparazones. Del mar siempre llega la vida. Y la vida, querido Don Antonio, es haber hecho posible una Alicante mejor. No hay distinción, ni palabras, que lleguen a premiar todo aquello que los alicantinos le debemos a usted. Mientras, y si su salud se lo permite, disfrute de su familia, de su Universidad, de sus discípulos y de sus amigos. Usted no tiene el nombre escrito en la arena de playa, que se puede borrar. Su nombre está escrito en el corazón mismo de la historia de esta provincia. Y eso sólo lo pueden hacer los Maestros de Maestros. Como usted.