"Vivíamos en una casa situada en la confluencia de las calles Capitán Segarra y Juan de Herrera, en Alicante", cuenta Doña Magdalena Oca. "Cerca de las nueve, ya siendo noche cerrada, los vecinos me avisaron de que algo extraño estaba sucediendo en el cielo. Cuando salí a la calle, decenas de personas miraban hacia el Norte con incredulidad, atentos a un enorme destello rojo que iluminaba el firmamento". Era el día 25 de Enero de 1938.

El fenómeno fue divisado también por Don Miguel Pérez, marido de Doña Magdalena, el mismo día y a la misma hora, aunque en un lugar y en unas condiciones muy diferentes a las de nuestra ciudad. "Mi padre estaba destinado en el frente de Extremadura. Nos decía que aquellos días de invierno fueron los más duros que recordaba en su vida, con fuertes nevadas, vientos de más de 80 km por hora y temperaturas inferiores a los -12ºC", relata el escritor y astrónomo Don Miguel Ángel Pérez Oca. "En aquellas terribles e interminables noches, era frecuente descubrir cómo muchos de sus compañeros morían de hipotermia y congelación cuando salían de las tiendas de campaña a hacer sus necesidades (É) En el atardecer del día 25, vio un enorme destello rojizo en el Norte, tan fuerte que iluminó el cielo como si de un gigantesco incendio se tratara. Algunos soldados creyeron que las grandes ciudades (Zaragoza o Barcelona) ardían pasto de los enfrentamientos bélicos y las bombas; otros pensaron que se trataba de un designio divino que profetizaba el fin de la contienda; sólo unos pocos, los más instruidos, fueron capaces de decirle que, realmente, estaba asistiendo a un espectáculo único en nuestras latitudes: una Aurora Boreal".

Las auroras polares son fenómenos lumínicos producidos por el choque de partículas solares contra los polos Norte y Sur de la magnetosfera terrestre. Cuando se producen en el Hemisferio Norte, reciben el nombre de "Boreales"; cuando ocurren en el Sur, se denominan "Australes". Es cierto que las primeras son características de Alaska, Groenlandia, Noruega o Rusia, mientras que las segundas abundan en la Antártida o en el sur del océano Pacífico; sin embargo, en anómalas ocasiones, pueden divisarse en otras partes del mundo, como Holanda, Francia, e incluso EspañaÉ. como así ocurrió aquella fría noche.

"La moral de la tropa se vio afectada por una extraña luz que apareció en El Tibidabo", relataba también Don José Luis Alcofar, "Un extraño misticismo se apoderó de Barcelona, hablando de milagros y culminando el día siguiente, cuando comenzó a correr el bulo de que se había llegado a un acuerdo con el Generalísimo para que no se repitieran los bombardeos. El optimismo desapareció el día 30, cuando la ciudad fue pasto de las bombas tres veces".

Como hemos visto al principio, Alicante no quedó al margen de la que fue, sin duda, la única Aurora Boreal documentada de nuestra historia reciente. Testigos presenciales afirman que desde el Castillo de Santa Bárbara podía verse un gigantesco abanico anaranjado, abierto hacia el cielo, con rayos de fulgor rosáceo ligeramente convergentes. Sin embargo, el destino quiso hacer coincidir el inusual efecto atmosférico con nuestra terrible Guerra In-Civil, provocando si no la indiferencia de los ciudadanos, sí al menos la de los grandes rotativos, que relegaron el acontecimiento a escuetas notas informativas. El dicho de "no estaba el horno para bollos", se pudo aplicar perfectamente en este caso.

Así, el diario "Liberación" avisaba que "un raro fenómeno atmosférico se observó en Alicante, causando natural sorpresa (É) Se notó un gran resplandor rojo que, por momentos, iba en aumento, decreciendo más tarde". El periódico "Nuestra Bandera", por su parte, publicó "algunos detalles curiosos de la aurora boreal de anteanoche", haciendo hincapié en que "sus efectos serán estudiados inmediatamente", aclarando, eso sí, que "no es debido a causas locales y está relacionado con las grandes manchas que se observan estos días en el Sol".

Mención aparte merece el diario republicano El Luchador, que aprovechando la venida de la espectacular Aurora Boreal a Alicante, trajo a la palestra a modo de propaganda un chascarrillo de lo más político: "esto nos recuerda una anécdota que demuestra la estulticia de los gobernadores de la Monarquía". Por el año 80 del siglo pasado, ocupaba un alto cargo de nuestra provincia uno de esos caciques pueblerinos que no tenían más misión que cumplir las órdenes arbitrarias del cacique máximo, Francisco Romero Robledo, Ministro de Gobernación. Sorprendido por el maravilloso espectáculo de la Aurora, se apresuró a telegrafiar al Ministro: "Se ha presentado la Aurora Boreal, ¿qué hago?". Romero Robledo le contestó también por telegrama: "Deténgala inmediatamente".

Suponemos que en aquellos años, hasta los espectáculos más insólitos de la Naturaleza, podían servir para alentar las combustibles ideologías. ¡No somos nadie!