Ando dándole vueltas a una entrevista que le hicieron el otro día a Carla Bruni en la radio en la que confesó que lo que la decidió a echarse en los brazos de Sarkozy fue su conocimiento sobre botánica. Hombre, será pequeñito y no es Brad Pitt pero yo, y esto que no lo lea mi marido, le veo un punto atractivo más allá de que sepa enumerar media docena de especies de orquídeas. Dice la primera dama francesa que al escuchar a su ahora marido nombrar en latín las flores que iban encontrado en un paseo por los jardines del Elíseo se dijo a sí misma: «Dios mío, tengo que casarme con este hombre, es el presidente y también lo sabe todo sobre flores, esto es increíble». Vamos; increíble del todo... «Toma cariño, un ramito de chrysanthemun leaucanthemum». ¿Quién puede resistirse? Aunque la gracia, como dice Carla, es que sea presidente. Si fuera funcionario, notario o albañil, podría recitar entero el Diccionario ilustrado de los nombres vernáculos de las plantas que, como mucho, sería calificado de pedante. En cambio, siendo el primer mandatario de Francia a su mujer le resultó increíble. ¿Presidente y culto? No sé cómo se habrán tomado el resto de líderes del mundo la sorpresa de esta chica al comprobar que Nicolás era capaz de hablar de la papaver rhoeas sin atascarse, pero en defensa del honor patrio hay que decir que el nuestro se confiesa admirador de Borges, lo que nos lleva a sospechar que en general, los presidentes, saben leer.

En otro momento de su entrevista, Bruni confiesa que, aunque su vida es tranquila, Sarkozy le ha aportado algo de «rock and roll», lo que viniendo de una mujer que, entre otros, ha tenido como amantes a Mick Jagger y a Eric Clapton, sugiere cualquier perversión. El caso es que se ha buscado un marido presidente, listo, con poder, con marcha, que suelta palabritas en latín y que encima habla en francés... y eso con 40 años. No está mal. Pero todo tiene su cruz. Dice la exmodelo que casarse con Nicolás Sarkozy supuso toda una transformación en su vida y que «la mayoría de gente no elegiría este tipo de cambio». Claro que no, chica. La mayoría preferimos trabajar diez horas, hacer la comida, estar en paro, no llegar a fin de mes o aguantar a un jefe bronca.

Que no deje el puesto vacante por si acaso alguna nos lo pedimos... Entre tanto, y para dar también algo de rock and roll a nuestra vida, siempre podemos optar a presidente de escalera. Yo además me he aprendido la lista de reyes godos para impresionar a mi chico. Al fin y al cabo, él ya lleva años diciéndome que el color de mis ojos rivaliza con el de la ophrys tenthredinifera y no fue por eso por lo que lo elegí.