El Hospital General Universitario de Elche tiene 26 camas cerradas. Se trata de un ala de la primera planta que ha estado sin servicio durante todo el verano y así sigue en lo poco que llevamos del otoño. Pero lo que temen desde la Junta de Personal del centro sanitario es que la decisión se perpetúe y lo que en principio se explicó con el habitual argumento de la merma estival termine siendo una clausura en toda regla. Y por eso ayer se dio un toque de atención desde el citado organismo, a la vez que ya han anticipado su férrea oposición a un hipotético cierre de la citada hemiplanta. Lo que temen desde esa Junta es que estemos ante un primer paso en una política de recortes. Hace poco supimos que los Hospitales de Sant Joan y el General de Alicante mantienen 150 camas cerradas mientras en la lista de espera hay 2.500 personas. De ahí el temor. El Hospital universitario ilicitano, que perdió la mitad de la población con la apertura de un segundo centro sanitario en Elche hace más de un año, debería aprovechar la magnífica ocasión que supone una menor presión de potenciales pacientes, para dar un paso de gigante en algo tan importante como es la calidad de la asistencia, la investigación y, sobre todo, la tarea docente de cara a la formación integral de futuros médicos. Estamos hablando de un recinto sanitario que durante largos años afrontó una tremenda saturación con la asignación de los pacientes de la Vega Baja hasta que la citada comarca dispuso de su Hospital. Años en los que el centro ilicitano, con las endémicas camas en los pasillos, fue creciendo a la fuerza y lo hizo hacia dentro, ocupando desde zonas del vestíbulo hasta otros espacios. Sería razonable que llegara al centro la buena hora de apostar decididamente por subir peldaños en la calidad asistencial, en la docente y en la investigadora en lo que la OMS llama un "gasto inteligente". Esperemos que la tijera no corte por lo sano.