Muchos han querido ver en el apoyo entusiasta que el alcalde de Benidorm ha dispensado a la designación de Zaplana, por parte de la Comisión de Fiestas, como pregonero en la fecha de noviembre marcada en rojo, con perdón, una bofetada al pepé local y un guiño a Gema Amor para que ésta no fuerce las cosas y, de ese modo, mantenerse cada uno donde está. Hay que tener una visión muy corta para pensar que el respaldo del alcalde socialista de la villa a la figura del ex más famoso del contorno pretenda solamente este objetivo. La diligencia de Agustín Navarro queriendo ser él quien llamara al otrora jefe del Consell para que éste aceptase subirse al atril en el día de la patrona persigue igualmente santificar la fiesta. La de la democracia, por supuesto. Y que quede claro para los restos a los ojos de los parroquianos que el transfuguismo forma parte natural de ella. Cuando en los albores de la transición Adolfo Suárez mostró sus intenciones advirtiendo que "pretendo elevar a categoría política de normal lo que a nivel de calle es plenamente normal" no se refería a esto pero, treinta y tantos años después, hay que asumir que el sistema ha evolucionado y que institucionalizar un encuentro a base de Eduardo, Maruja, Agustín y Bañuls acaba con un ciclo e inaugura otro. Si las urnas refrendaron a ambos después de pervertir las normas es que las reglas del juego por las que se luchó en tiempo de Franco están más que superadas y los registros por los que hoy deambulan las cabecitas de una mayoría marcan prioridades diferentes. Esto es así. A los votantes de izquierdas que se empeñen en soltar que no todos los partidos son iguales les quedan dos pelás...como votantes, claro. Habrá sus excepciones no digo que no, pero será difícil que eviten que no se les vea como una antigualla. De ahí que, después de lo que está saliendo a la luz, lo más normal será que el próximo día del Medio Ambiente sea liderado por Alperi, Castedo, su hermano y Gutiérrez con un party a la salud del personal. Y nada. A vivir que son dos días.