La publicidad siempre ha sido una de mis pasiones desde pequeño, y en más de una ocasión una forma de ganarme la vida. Por ello siempre he valorado el trabajo de aquellas personas, que en poco más de 20 segundos son capaces de transmitirnos mucho más que un concepto, o un producto, consiguiendo en el tiempo de un anuncio mostrarnos una pasión o un sentimiento. Uno de los clubs deportivos, o empresa ahora mismo ya nadie sabe por donde va el fútbol, que siempre nos ha mostrado una imagen más allá de la razón y la lógica ha sido sin duda el Atlétic de Madrid, con unas campañas publicitarias en las que se nos mostraba a sus aficionados como personas de los que se apoderaba un poder superior, cada vez que escuchaban el nombre de su equipo. Ni los malos partidos, ni las cantadas habituales del portero de turno, ni las extravagancias de algún dirigente cada vez que abría la boca, consiguen nunca apagar el fuego de esta afición que siempre estará junto a su equipo.

En algo similar deben de estar pensando los líderes del socialismo alicantino, que llevan unos cuantos meses haciendo méritos para parecerse a la mejor versión del Atlétic. A lo largo de los años de militancia en mi partido, siempre me he sentido parte de su estructura y de esa maquinaria fundamental que forma la militancia activa de cualquier organización que se precie. Sin embargo, tras los brillantes resultados obtenidos en las pasadas elecciones autonómicas y municipales, en las que todos aquellos que osaron a dar su opinión y ser críticos con algunas actitudes quedaron apartados de las listas con las que concurrimos ante los ciudadanos, uno esperaba que cuando llegara la hora de poner en marcha un gestora se contara con todo el mundo, con todo el partido. Como en el mejor llenazo del Manzanares, en un partido de esos en los que el Atlétic quedaba eliminado de la Copa del Rey contra un Segunda División, los militantes del PSOE comprobamos cómo arrancaba una gestora en la que las voces críticas y todos aquellos compañeros a los que estos representan estaban demás, y ni siquiera contaban a la hora de ponerse a trabajar para volver a ser capaces de sentarnos en una misma mesa todos aquellos, cada uno a su manera, que queremos y sentimos a nuestro partido. Lejos de darnos de baja, como más de una quisiera, no sólo seguimos apostando por un partido que sea capaz de trabajar para solucionar los problemas de la gente, pero de la gente de la calle y no de la familia de unos cuantos, vemos que han sido capaces de romper una de las reglas sagradas de una formación política cuando llega una campaña electoral, que no es otra, que la de contar con todo el mundo para conformar el comité electoral y trabajar unidos para afrontar las elecciones, motivar, movilizar y trasladar el mensaje del PSOE al electorado.

Cuando un partido comienza a marcar tantas distancias con una parte importante de su propia militancia, basta con ver la última asamblea del PSOE alicantino con poco más de 130 personas, puede encontrarse con dos situaciones. La primera ya le hemos vivido en las pasadas elecciones en las que perdimos seis concejales, 24.000 votos y lo que es más importante la sensación de ser una alternativa real a un Partido Popular, que lejos de ser una solución para el ciudadanos, es el remedio para unos pocos elegidos. La segunda la veremos después de las elecciones, cuando aquellos que llevan meses repartiéndose la miseria de la derrota, tengan que afrontar otro gran resultado mirando una militancia socialista, que cada vez más se pregunta: ¿papá, por quéÉ?