El mito bíblico de Caín y Abel (Dios alimentó la envidia de Caín) tiene una dramática vigencia en las tierras árabes y judías, en un conflicto que no ha conocido la paz durante 63 años. Hoy en Naciones Unidas se exige que Palestina sea reconocida como Estado de pleno derecho en la organización mundial, en la que conviven (¿conviven?) 193 Estados, pero parece que no hay espacio para uno más. Se duda de la eficacia de la ONU y sus agencias, pero es fácil imaginar cuanto peor sería la situación en el mundo sino existieran: la ley del más fuerte imperaría sin límites. De todas maneras resulta arbitrario y no corresponde a la realidad actual que cinco de sus miembros tengan el poder del veto.

La Asamblea general de la ONU es el escenario más adecuado para que Palestina diga "ha llegado el momento de la primavera Palestina" (Abbas). Hoy ningún gobierno puede mirar hacia otro lado y en las agendas de todos los países figura una palabra: Palestina. Es muy improbable que se llegue a ningún acuerdo a corto plazo. La lista de los obstáculos es más larga que los sesenta y tres años que arrastra el conflicto, durante los cuales se han cosechado innumerables víctimas, sufrimientos y desgracias. En los años cuarenta grupos de judíos extremistas no dudaron en recurrir al terrorismo, asesinando a militares británicos. El recuerdo amargo del inmediato Holocausto (que por ejemplo Irán niega), puso en peligro de extinción a la etnia judía, los mongoles fueron menos crueles cuando asolaron Babilonia (lo de ser pueblo elegido resulta un misterio). Los aliados victoriosos, culposos ante su indiferencia frente a la política nazi de exterminio, accedió a la reivindicación judía; hasta el mismo Stalin, tan antisemita, estuvo de acuerdo. Se pensó en un Estado judío en la... Patagonia, pero la opción de Palestina se impuso. Desgraciadamente se trataba de la tierra sagrada de las tres religiones monoteístas y es muy peligroso traicionar a Dios, pero no se trata de un asunto religioso ni mucho menos, es un asunto que tiene que ver con intereses estratégicos, económicos. Los sionistas no dudaron en convertirse en terroristas pero tampoco dudaron los palestinos al imitarlos.

Abbas en la Asamblea General habla en nombre de más de once millones de palestinos, muchos de ellos expulsados de las tierras de sus padres y que viven en campos de refugiados. Y la política árabe de recurrir a la guerra (las perdieron todas pese al apoyo de la URSS) para eliminar al Estado de Israel sólo benefició a la derecha israelí. Netanyahu, en la ONU, denuncia que Irán clandestinamente suministra armas a Hamás y Hamás, claro está, no apoya la propuesta de Abbas (¿armas?, pocas y elementales, recuerda a la ayuda de Stalin a la República Española cuando ya estaba pensando en pactar con Hitler). El llamado mundo árabe apoya a los palestinos, pero su apoyo suele ser simbólico, los utilizan como un peón útil en el tablero de las relaciones internacionales. ¿Qué más?, 36 países no reconocen al Estado israelí, 22 de ellos son miembros de la Liga Árabe, pero Netanyahu exige que la Autoridad Palestina reconozca a Israel como un Estado judío, lo cual marginaría a los cientos de miles de ciudadanos israelíes que no son judíos (sólo se es judío si la madre lo es, una paradoja más a sumar: el paternalismo proverbial judío sólo confía en la descendencia matrilineal). Un Estado religioso es ¿democrático?. Conviene recordar que Israel no reconoce el matrimonio civil, tiene que ser religioso según lo determina el Viejo Testamento. Los israelíes que eligen el matrimonio civil se suelen casar en la isla de Chipre. Otro obstáculo: la posibilidad de que Irán disponga de armas atómicas. Hace muchos años que en los arsenales israelíes hay bombas atómicas y más de un científico ha sido encarcelado por decirlo (¿bombas amigas?). Y ya que escribimos de reconocimientos resulta que los propios judíos ortodoxos (que no hacen el servicio militar) no reconocen al Estado israelí y en cuanto al Muro, tampoco lo aceptan, lo quieren mucho más allá de lo que está. Simplificar este rompecabezas resulta imposible.

¿Qué más? La intransigencia prepotente del actual gobierno israelí se puede comparar con la intransigencia de ciertos sectores árabes ("los echaremos al mar", prometen). Durante 63 años se ha sembrado generosamente la desconfianza y el odio. Pero conviene decir que hay suficientes indicios de que en ambos bandos existen personas cansadas de este estéril y constante enfrentamiento que es más que una "guerra fría", y unos y otros se sienten rehenes de una situación que no controlan. En un encuentro celebrado en Córdoba en el que participaron israelíes y palestinos buscando construir entendimientos, un puente, cuando los participantes volvieron del mismo fueron sancionadas tanto unos como otros y a ambos (israelíes y palestinos dialogantes) se les consideró traidores.

¿Demografía? Como en Ceuta y Melilla. La población árabe crece más que la judía. Tiempo al tiempo, pero negar la realidad no es inteligente, la realidad es la única verdad (Aristóteles). Israel logró atraer población judía cuando cayó el Telón de Acero, rusos y de otras nacionalidades, pero esto no se repetirá. Judíos progresistas, a su vez, están abandonando el país, ¿esto es la tierra prometida?

Se habla mucho del lobby judío norteamericano y se aprovecha para hacer antisemitismo, pero también hay indicios de que entre la comunidad sionista y judíos no sionistas que defienden al Estado de Israel, se nota un cierto cansancio. La política israelí se aleja de manera imprudente del sentido común. En la región Israel cada vez tiene menos aliados, está perdiendo a Egipto, a Turquía (con quien tenía un importante acuerdo militar), en Jordania la mayoría de la población es palestina... Obama: tiene elecciones el año que viene y está en minoría en el Congreso, y muchos norteamericanos aún recuerdan cómo se celebró en Palestina el atentado a las Torres Gemelas.

Un diputado israelí, el judío Meir Margalit (nacido en Argentina), representante del partido de izquierda Meretz (tres diputados de 120), comentó que "hubo un cambio sustancial en la sociedad israelí". Según Margalit se habla de cuando habrá que devolver territorios (y de cuánto) un tema tabú durante muchos años. Eso sí, la política de los asentamientos de colonos diseñada ha logrado establecer en territorio palestino tres grandes bloques desconectados entre sí, una política perversa. Resultará imposible constituir un Estado que funcione en esas condiciones.

Y en la sociedad israelí ha sucedido algo nuevo: medio millón de personas reclamando en las calles de muchas ciudades una vida mejor, acceso a la vivienda, bajar los precios de los alimentos, etcétera. Están hartos de sacrificarse por la patria, todo un chantaje, mientras que los ricos son cada vez más ricos.

Oportunas las declaraciones del exministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos deseando de que la ONU reconozca a Palestina como un Estado, una decisión que "no va en contra de Israel". En realidad la seguridad a largo plazo de Israel depende de la existencia de un Estado palestino, la llave que le permitiría vivir en paz con los países de la región. El futuro de ambos pueblos está estrechamente vinculado, les guste o no. Y ahora ningún Sharón podrá "visitar" provocando la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, dando el inicio a la segunda intifada. Si no se quiere otra intifada habrá que tener arrestados en sus casas a los Sharón de turno. El mundo ha cambiado y no para peor en este caso.