S omos muchos en el mundo, ciudadanos, me refiero. Allí donde fuéremos a visitar una obra de arte célebre, acudirán multitud de espectadores que lucharán por hacerse un hueco entre los primeros; o para iniciar un viaje cargados de paciencia al guardar la cola de facturación; o para conseguir una entrada de fútbol...

Esto puede parecer normal; podemos elegir si acudimos o no a ese evento y, si nos compensa, en realidad, nuestro esfuerzo para disfrutarlo.

Pero lo que no es normal, lo que es incomprensible, es que, en una época inmersa en el avance imparable de la electrónica, tengamos que sufrir y aguantar desordenadas y larguísimas colas por intentar cumplir con la mera obligación de poner a punto nuestra documentación más esencial que es la del Documento Nacional de Identidad.

Sí. Sabemos que se ofrecen otras opciones modernas y ya utilizadas por muchos convenientemente, como son la demanda de cita previa por teléfono, o por internet; pero si en alguna ocasión han sido efectivas, ahora mismo el plazo de espera en nuestra ciudad, es ya para el próximo 2012. No sé dónde está el error para tanta demora, cuando no podemos ignorar que existen situaciones imprevistas de robo o de pérdida de documentación, que no admiten esa larga espera y que paralizan por completo nuestro ritmo de vida.

El "sufrimiento" que nos produce cualquier menester relacionado con la burocracia asombra hoy por hoy, así como la manera displicente en que somos tratados a la hora de arreglar nuestros papeles, que afecta y mucho, a nuestra dignidad seamos nativos o extranjeros.

Presencié hace unos días, delante de Comisaría, discusiones acaloradas entre el policía, que adjudicaba como podía, los números para la cita del DNI, y la gente indignadísima que aguardaba la cola. Parecían escenas salidas de una España de otros tiempos, menos moderna, menos Comunidad Europea... Eran las 6.30 de la mañana, y una masa de gente agolpada a las puertas de Comisaría, luchaba por hacerse con su número de papeleta para optar a una simple cita y poner a punto su DNI, su pasaporte, o su carnet de extranjería. Cada apartado requería su cola, y se reclamaba lógicamente un orden que nadie supo imponer. Algunos esperaban desde la noche anterior, hecho increíble y no ignorado por los responsables... Cuando llegó la hora de repartir los números, el descontento fue tremendo: apenas doce citas se constataron para ese día, teniendo que marchar la mayoría, de vacío y sin esperanza para el día siguiente. Menos mal que no se trataba del pan para comer, aunque para algunos, gente trabajadora y de bien, les va la vida en ello, su trabajo, su empleo.

Ante este hecho, ¿qué podemos hacer?... Nadie debe pasar una noche en vela por actualizar su DNI... Que se informe bien al ciudadano de todas las posibilidades cuando éste acude a preguntar... Que se den más oportunidades en los tiempos muertos de los horarios de oficina... Alguna solución ha de haber. En todo caso, que no se permita la degradación de las personas con estas colas tercermundistas, y que el ciudadano normal, o el extranjero, pueda cumplir con el deber burocrático de manera "feliz", sin sufrimiento. Eso sí sería desarrollo, modernidad, evolución.