Cinco minutos de la sesión de control al Ejecutivo se erigieron ayer en el mejor compendio de años de legislatura. El seísmo que vive la política española obliga a recordar que Zapatero se retira invicto, después de ser el único presidente del Gobierno que accedió al cargo al primer intento. En la suprema paradoja desde la restauración democrática, será sustituido por un perdedor que no despierta confianza en más de la mitad de ciudadanos que se disponen a votarle. Las asperezas de la despedida del Congreso se fundamentan en que Zapatero tiene la convicción de que Rajoy nunca le ganaría un mano a mano. Y sin embargo, el presidente del Gobierno fue humillado por el vencido en la sesión parlamentaria de ayer.

El calendario sucesorio marcha tan atropellado que Rajoy condena la herencia recibida antes de recibida la herencia. A continuación incurre en un gazapo al sentenciar que "no se puede gobernar como venimos haciendo", apoderándose en primera persona del Gobierno que todavía no posee. Las prisas contradicen el decálogo de siete puntos que planteó ayer ante el pleno, y del que sólo seis son superfluos. Apuesta por Merkel frente a Obama, en "no se debe gastar lo que no se tiene". El resto se desliza en vacuidades como "no engañar", en labios del político que sugirió a Camps que confesara un cohecho y a continuación siguiera gobernando como si tal cosa.

La amargura de Zapatero reside en que le jubila quien no le venció. El despecho de Rajoy, cada vez más visible bajo su coraza irónica, consiste en suceder a quien nunca derrotó. De ahí que le despida sin amabilidad. Ha sido un segundón del presidente socialista y de Aznar. Se dispone a gobernar, pese a que su antagonista Rubalcaba le derrota en la mayoría de cualidades políticas. Era fácil prever que el tercer duelo electoral entre el socialista y Rajoy no tendría lugar, por agotamiento de la audiencia. Sin embargo, parecía previsible que el candidato popular fuera el primero en descolgarse del cartel, tras el triunfo del PSOE en 2008. Rajoy resiste y gana. Su furia interior le impulsa a utilizar la palabra "envenenada" para referirse al Gobierno saliente. En efecto, en Hollywood llamarían a Zapatero "veneno para la taquilla", que elimina a un actor del reparto. El presidente antropomorfiza a la crisis para "combatirla", como hizo Bush al inventar la "guerra contra el terror". El sueño del poder engendra monstruos.