Entrevista un periódico a un eminente catedrático que se hará cargo "próximamente" de cierta jefatura de servicio en el Hospital Universitario Central de Asturias, y confieso que me inquietó no poco su falta de planes: "Estoy a la espera de que me digan lo que tengo que hacer". Caramba: ¿de quién aguarda órdenes un jefe?, ¿quién es, por lo tanto, el verdadero jefe, ya que el jefe no es el jefe? Pero, aparte de estos escrúpulos, me desagradó en la interviú el abuso de ese lenguaje político que a nada compromete, ese lenguaje de nadar y guardar la ropa que ya parece norma en todo aquel al que los acontecimientos encaraman a un puesto de responsabilidad.

Dejo a un lado mis tiquismiquis sobre ciertas muletillas, tan inútiles como ya instaladas en nuestro hablar diario, que aparecen en las respuestas de la entrevista. "Para nada", por ejemplo. Ya no contestamos "no, gracias" cuando nos preguntan si queremos agua o pan o dar un paseo: respondemos "para nada", vaya por Dios. "Para nada corresponde a lo que hay que esperar de un país como EspañaÉ", afirma el entrevistado, en vez del simple, económico y castellano "no corresponde". Tampoco me meto con "prioridades", usado en plural: otra batalla perdida en la guerra del lenguaje. La "prioridad" es la "anterioridad de algo respecto de otra cosa, en tiempo o en orden" y, a mi juicio de hablante, cuando se tiene una prioridad se tiene una prioridad, pero si se tienen varias "prioridades" no se tiene nada, porque ¿cuál prioridad va primero? Sé que hemos sido derrotados también al evitar rimas redundantes: "La producción de investigación", dice el catedrático, cuando bastaría "investigación".

De lo que quiero hablar aquí, por el contrario, es de esos tics idiomáticos perifrásticos, de esos rodeos de palabras para dar a entender algo que hubiera podido expresarse más brevemente, y hubiera debido expresarse más brevemente en el caso de un responsable administrativo o político. Hablo de los "ir a" y de los "haber que". Leo: "Vamos a un modelo europeoÉ", "vamos a un ajuste del modeloÉ", "vamos a un modelo europeo de validación internacionalÉ", "se trata de ir a un modelo homologado en EuropaÉ". Y, tras tanto marear la perdiz, me pregunto: ¿quiénes "vamos"?, ¿cuál es el sujeto de ese verbo?, ¿"vamos" los pacientes, los médicos, los administradores, los políticos, los jefes, los jefes de los jefes? Además: ¿qué significa "ir a un modelo", qué demonios se quiere decir en realidad? Fíjense ustedes, queridos lectores, cómo la perífrasis sirve para suavizar motivos, para no asustar. Sería de rigor en un jefe, en el que manda, afirmar: "Aplicaré el modelo", "ajustaré el modelo", "desarrollaré el modelo", "emplearé el modelo". Pero el uso del futuro compromete, mientras que el uso de las perífrasis evanesce, difumina, deja que se pierdan la claridad y la intensidad. No agarran ni implican las perífrasis, de ahí que se las prefiera políticamente al peligroso y grave y rotundo futuro. Es sabido que no expresamos lo mismo con "voy a dejar de fumar" que con "hoy a las 12 dejaré de fumar".Vamos ahora al segundo tic perifrástico, al "haber que". Leo: "Hay que poner en marchaÉ", "hay que incluirÉ", "hay que aplicarÉ", "habrá que incorporarÉ", "hay que normalizarÉ". ¿Por qué no dice el próximo jefe "pondré", "incluiré", "aplicaré", "incorporaré" y "normalizaré", o, si se quiere, el plural cortés correspondiente que incluya a su equipo: "pondremos", "incluiremos"É Es sabido que no expresamos lo mismo con "hay que fregar esos platos" que con "hoy a las 12 fregaré esos platos".

Claro, claro: en estos casos se habla de prudencia en el hablante, de cautela, de humildad incluso. No me gusta que sea así. A un responsable se le pide que ejerza de responsable, no que "vaya a" ni que diga que "hay que". Las perífrasis las hemos inventado los hablantes para dos cosas: para posponer resoluciones ("voy a ver si me pongo a plan") o para no alarmar ("aquí hay que hacer limpieza").Yo, la verdad, cuando ejerzo de jefe doy la cara: "hoy os pondré a plan", "haré limpieza hoy mismo". De frente.