Nos enfrentamos a un asesino en serie organizado, es decir, a un sicópata criminal, los sicópatas suelen alardear de sus logrosÉ Hasta ahí puedo escribir. Lo que dijo después Eduardo Noriega, lo siento, pero se escabulló en un magma inentendible. ¿Qué le pasa a este actor con los textos? Homicidios, una apuesta muy chachi piruli de la cadena del corral, que aloja a seres terroríficos como el clan Nízar, se estrenó el martes, pero se quitará pronto. Ya lo verán. Casi nada es creíble en esa serie que ambiciona -¿en serio?- renovar el género de polis y criminales. No es creíble el sicólogo -Noriega-, al que le hacen decir cosas que dan risa y que él, para rematar la faena, las vuelve más plomizas y envaradas, actuando como un autómata para encajar texto y movimiento. Y el resultado de ese lío es la perplejidad del espectador.

No es creíble la inspectora jefe, Celia Freijeiro, Eva Hernández, una tipa lista porque tan joven ya pone firmes a un montón de polis. Es otra que tiene problemas con lo que le marcan. Cuando digas que el asesino disparó así tienes que extender el brazo y poner los dedos índice y corazón juntos para que formen una pistola, y ella lo hace, pero el resultado es tan impostado que el guión, endeble y previsible, cae aún más bajo. ¿Se imaginan cómo se arma la tensión amorosa? Pues claro. Inspectora y profesor fueron pareja. Ahora ella lo medio odia, pero como el maromo es un lince que se mete en la mente del criminal antes de que actúe -¿a qué me suena esto?-, echa mano de él. Y con el roce hasta puede que se restrieguen. Pero no me hagan mucho caso. Quizá no todo sea malo. Es que estaba deseando irme a Cuatro para ver Falling Skies.