?Hace ya unos seis años años el catedrático Antonio Gil Olcina cerraba una comida de amigos con una frase cargada de ironía y de razón. El profesor y gran referente de la realidad hidrológica de España sentenciaba: "Cuando Valencia vea que lo del Júcar-Vinalopó va en serio ya veremos lo que sucede". Seis años después Alicante sigue sin recibir un sóla gota. Es la desgracia de Alicante, que está a caballo entre Valencia y Murcia y no pinta nada en el tema hídrico, que diría Ángel Urbina, otro veterano fajador en el combate que libra la provincia por contar con agua de calidad.

El relato anterior poco tiene que ver, en teoría, con la batalla que desde julio libra la provincia por intentar que Bruselas incluya el corredor ferroviario del Mediterráneo -Algeciras-Francia por Alicante- en la futura Red Transeuropea de Transportes, pero sirve para ilustrar una verdad como un templo: el agravio comparativo que históricamente ha sufrido el Arco Mediterráneo con Madrid. Gobierne quien gobierne, González, Aznar, Zapatero o Rajoy. El Mediterráneo es el mar de Madrid y Alicante su playa. Los madrileños nos quieren "muchito" pero de comer poquito, ¿Y por qué?

Históricamente no ha habido proyecto en España que no haya pasado por Madrid, aunque para ello hubiera costado más dinero y más tiempo en su ejecución. Sucedió con el desarrollo de la Alta Velocidad para pasajeros (Alicante continúa sin conexiones directas con el resto de España si antes no se pasa por Atocha o Chamartín) y sucede ahora con el Corredor Mediterráneo. Un proyecto con todas las papeletas para perder la pugna con el Central -Algeciras-Madrid-Valencia-, corredor cuyo documento está en Bruselas desde los tiempos de Aznar sin que nadie lo cuestionara, ni lo cuestione ahora, pese a que en el Mediterráneo se generen, por ejemplo, el 60% de la exportaciones españolas a Europa y resida la mitad de los españoles.

Al ministro José Blanco hay que darle el mérito de haber planteado que el corredor ferroviario suba hasta Francia por la fachada mediterránea. Cierto, pero lo hizo el pasado marzo... y en Barcelona. No en Bruselas, que es donde se libra la batalla y está el poder. Sólo la presión social y la cercanía del 20-N le ha hecho reaccionar este verano para tratar de ponerse al frente de la reivindicación pero, eso sí, sin molestar al Corredor Central. Madrid es Madrid y todo debe pasar por allí, aunque, incluso, la UE haya dejado claro que fondos para financiar dos corredores no hay y España no esté como para sacarse miles de millones del cajón.

Hábil donde los haya, el ministro va incorporando matices ante el previsible KO en Bruselas el 19 de octubre. Esta misma semana se sacó dos ases de la manga. Primero tratando de minimizar la posible carencia de fondos europeos -sólo supondrían un 10% del presupuesto total- y el jueves avanzando en el mismísimo Congreso que si al final se produjera el revés, y Alicante se quedara fuera porque Madrid manda, habría todavía un año para negociar.

Pero lo que sucede ahora con el ferrocarril tiene también otros precedentes, y no precisamente relacionados con la indefinición del PSOE. En tiempos de Aznar, el entonces ministro de Fomento, Álvarez Cascos, aplazó durante años la ampliación de los aeropuertos periféricos -entre ellos El Altet- porque su concepción del tráfico aéreo pasaba por potenciar Barajas para que todos los vuelos pasaran por allí. Resultado: los aeropuertos perdieron sus enlaces directos con España y Europa. Algo paliado ahora por las compañías de bajo coste, pero que sigue lastrando la actividad de los aeródromos. El Altet, por ejemplo, carece de vuelos intercontinentales y de muchas conexiones directas con el resto de España (Ryanair amortigua el déficit en verano) porque todo se centraliza en Madrid desde que Barajas se convirtiera en superaeropuerto. Y si Madrid es el centro aeroportuario y ferroviario, también hay que referirse al centralismo para buscar razones que expliquen las miserias del Tajo-Segura. La cuenca cedente quiere restringir el trasvase del Tajo a Alicante para, por un lado, garantizar el abastecimiento de Madrid... sin tocar el Duero y, por otro, mantener las playas de Sacedón en la reseca cuenca de los embalses de Entrepeñas y Buendía, con la misma sequía de Alicante.

La cita clave para el Corredor Mediterráneo será el 19 de octubre en Bruselas. Sabremos entonces si la presión de Blanco habrá dado sus frutos. Aunque, si nos creemos al ministro, tampoco será para tanto si el 90% de los 50.000 millones que cuesta la infraestructura debe salir de los Presupuestos del Estado. Si es así y como está la caja, vaya marrón le quedará al próximo Gobierno.