En esta incertidumbre se habla mucho de la varita mágica: que si Rubalcaba no la tiene, que si de dónde la va a sacar Rajoy... En Internet hay varitas mágicas -las de Harry Potter, las que puedes hacer en casa- pero cuando profundizas, todo se complica. En un foro esotérico aclaran que, aunque tengas una varita mágica de verdad -de una madera especial y sometida a un proceso antiguo y secreto para inducirle poder (con o sin pluma de ave fénix)- de nada sirve si no conoces hechizos antiguos que la hagan funcionar. Ni siquiera una varita mágica es la varita mágica.

Álvaro Cuervo ha pregonado que es mejor rezar al Cristo de su municipio que escuchar a los economistas. Hay que descontar el sentido del humor y de la provocación de este economista de fe liberal y aspecto de teólogo del XVII y salvar la contradicción de que hacerle caso es contradecirle y contradecirle es hacerle caso porque se escucha al economista cuando dice que no hay que escuchar al economista.

Si te centras en lo de los rezos se te ocurre que si el economista dice lo mismo que el cura podremos ahorrar una cátedra, ahora que somos austeros. Pero cuando profundizas, ves que un mismo mensaje varía según quién lo diga. (Ejemplo: no significa lo mismo "bocas hambrientas" si titula una novela social o una película porno). El cura pide que reces todos los días pero si lo dice el economista acaso se acerque el día del Juicio.

Centrarse en lo de no escuchar economistas es útil porque ahora buscas en varios periódicos y distintas emisoras, a última hora de la noche o a primera de la mañana, una explicación de lo que sucede o una valoración del riesgo y no se halla ni oye a un economista que coincida con otro.

Los psicólogos coinciden en que no hay que preocuparse (ocuparse antes de que sucedan las cosas), sino que hay que ocuparse cuando sucedan. Aquí estamos, esperando la llegada de la cosa.